Granja San Pablo, escuela de la avicultura colombiana

Esta instalación avícola, adscrita a la Universidad Nacional de Colombia, ofrece desde 1973 un espacio privilegiado para la formación e investigación académica y empresarial.

Cada año, más de 1,500 estudiantes de los 15 pregrados en zootecnia existentes en Colombia, así como profesionales que cursan sus maestrías o doctorados en avicultura comercial, cuentan con el laboratorio y granja avícola San Pablo, ubicado en la zona rural del municipio antioqueño de Rionegro (noroccidente del país).

Dicha granja hace parte de la Estación Agraria del mismo nombre, un espacio de estudio, prácticas e investigación gestionado por la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la sede Medellín de la Universidad Nacional de Colombia, claustro de carácter público y el primero en educación superior en esta nación andina.

La estación agraria cuenta con 25 ha de extensión y de ellas 8 ha están destinadas para la granja avícola; el resto se dedica a estudios en porcicultura, ganadería bovina y cultivos transitorios como fríjol y maíz, áreas de las cuales está separado el capítulo avícola por frondosas arboledas con varias especies vegetales nativas.

Además de las instalaciones sanitarias y de bioseguridad requeridas, la granja avícola San Pablo posee cinco galpones, una pequeña planta para la elaboración de concentrado, laboratorios de disección y cerca de 2,000 m2 destinados a una producción en pastoreo que puede albergar hasta 500 gallinas, con tres potreros bien definidos para la rotación de la vegetación y su pequeña fauna.

“San Pablo es la única granja en Colombia abierta a la docencia donde se puede adelantar investigación y capacitar al profesional o los operarios. Las instalaciones avícolas comerciales privadas, por razones de bioseguridad y decisiones internas, no permiten nada de eso”, explicó Carlos Augusto González, jefe desde hace 15 años del programa de avicultura de la Universidad Nacional.

De la mano con las empresas

Por su carácter público, los estudiantes de otras facultades colombianas de veterinaria y zootecnia pueden solicitar aquí un espacio para perfeccionar su formación en instalaciones que replican las condiciones de una explotación comercial en piso, jaulas o pastoreo. Esta ventaja también es aprovechada por empresas privadas, incluso multinacionales de la nutrición y la farmacopea animal.

“Esos gigantes tienen sus laboratorios, muy buenos, pero siempre requieren el aval de una entidad independiente reconocida. Entonces, por nuestros servicios de extensión, realizan aquí sus estudios con aspirantes a maestrías o doctorados”, reconoce el director de este complejo, describiendo esas colaboraciones gana-gana como una de las fuentes de recursos que contribuyen al sostenimiento de la granja.

Otros ingresos se dan por la venta en el campus universitario de Medellín (distante 50 km) de los 9,000 huevos diarios que allí se producen, al igual que las cerca de 8,000 gallinas fin de ciclo (casi siempre se llevan hasta la semana 100) que se venden en pie a empresarios privados. En total, se realizan dos levantes anuales, uno empezando cada semestre, coincidiendo con el calendario académico.

“La gallinaza no la comercializamos. Se recolectan por galpón unos 600 bultos de 50 kilos cada ciclo, los sanitizamos y se despacha a otra granja de la universidad para fertilizar pastos que alimentan vacas lecheras”. Entre coordinadores y operarios, la granja es operada por equipos de menos de 10 personas, en ocasiones con pasantes que pueden incluso pernoctar en dormitorios habilitados hasta para 20 personas.

Nutrición, antibióticos y bienestar

González resalta, entre las ventajas de este centro de estudios aplicados, la operación de su propia planta de concentrados, lo que permite que los futuros y actuales profesionales, así como los empleados de las empresas avícolas, se instruyan en su formulación y preparación, al igual que en la eventual mejoría nutricional de cara a los resultados esperados en las distintas fases de producción.

Otro motivo de orgullo para este docente investigador es la total ausencia de antibióticos en la operación de la granja, haciendo la salvedad de que las instalaciones dedicadas a la investigación de pollos de engorde son abrumadoramente mínimas frente a los galpones dedicados a miles de ponedoras en baterías, piso de galpón y pastoreo.

“Desde hace cuatro años no utilizamos antibióticos. Somos celosos de la bioseguridad. Si percibimos un ruido respiratorio anormal, o moco en el cuello de algunos animales, los tratamos puntualmente con broncodilatadores y vitaminas. Para las gallinas en pastoreo, les damos vermífugos si presentan parásitos internos, que no se dan en las aves de galpón y menos en las de jaula”, dice.

Añade que “los ácaros o piojos se ven nomás y mucho en las gallinas de pastoreo, pero para eso ellas realizan sus baños de polvo, que no necesitan las de jaula porque no tienen esos parásitos”. Esto le da pie para opinar sobre lo que, a su entender, es el bienestar animal en la avicultura a partir de su amplia experiencia docente e investigativa con distintos modelos productivos.

“Hicimos un estudio para eso hace poco. Recibimos 6,000 pollitas de un día; destinamos unas 3,000 a baterías en jaula, otras 2,500 en piso de galpón y 500 en pastoreo. Todas hermanas, tuvieron las mismas semanas de levante y a las de baterías las llevamos a las jaulas en la semana 10, para que se acostumbraran”, recuerda.

Las de jaula fueron de lejos las de mejor rendimiento: casi 25 por ciento superior a la curva esperada para esa línea. Le siguieron las gallinas en piso de galpón y por último las de pastoreo. “Si para producir un huevo se requiere cero estrés, entonces dónde está el bienestar. A mí me parece que en todas. Pero hay que tener en cuenta que las de jaula fueron las de mejor conversión y las que menos se enfermaban”.


134 años de veterinaria en Colombia

El primer antecedente de instrucción formal en ciencias veterinarias en Colombia data de 1884, cuando se crea el Instituto Nacional de Agricultura, que al poco tiempo pasó a ser la Escuela Nacional de Veterinaria dentro de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia. En 1920, mediante la ley 44, se formaliza su funcionamiento bajo el mismo nombre y el 10 de mayo de 1921 inició clases con este nuevo marco legal, fecha que definió el actual Día Nacional del Médico Veterinario. En 1935, la Universidad Nacional de Colombia se reestructura y cuenta dentro de su oferta con la Escuela Nacional de Veterinaria, la cual, en 1946, pasó a ser la vigente Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia. Esta facultad ha sido “madre” de las otras 15 de su tipo que existen en este país andino gracias a la iniciativa de sus egresados. Su impacto en el agro tecnificado colombiano ha sido tal, que incluso hasta la creación en 1968 del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) esta facultad producía los biológicos y reactivos diagnósticos en este país. La facultad contribuyó de igual manera al nacimiento de otras entidades técnicas como la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Corpoica) y la Empresa Colombiana de Productos Veterinarios (Vecol).

X