Lo que ocupa a la industria mexicana de alimentos balanceados

Nada es estático y prueba de ello han sido los cambios registrados en el comercio internacional, para lo cual hay que revisar fuentes de granos, calidad y buenas prácticas, entre otros factores.

La industria de alimentos balanceados en México ha estado sujeta a los vaivenes del mercado mundial –incertidumbre de las amenazas al comercio exterior, la renegociación del tratado de libre comercio, declaraciones del presidente de Estados Unidos y tipo de cambio del peso frente al dólar–, como quizás en todo el mundo.

No obstante, en 2017 la producción de alimentos balanceados de México registró un crecimiento del 3.6 por ciento, lo que representa un volumen de 33.5 millones de toneladas. Esta cifra superó todas las expectativas, en más de un punto porcentual, pues los directivos del Consejo Nacional de Fabricantes de Alimentos Balanceados (Conafab) de México estimaban un 2.8 por ciento de crecimiento.

“Pensamos que se va a moderar un poco en 2018, a 3.4 por ciento, una cifra que es relativamente buena”, señaló Javier León, subdirector del Conafab. Al considerar el crecimiento de la economía y del propio sector agroalimentario, es un buen indicio, “después de haberse revisado temas de comercio exterior de granos y las importaciones que nosotros requerimos, incluso en una situación en que se terminara el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte)”.

La mitad de los granos que usa la industria mexicana de alimentos balanceados se importan. Y en una guerra comercial, todo puede pasar. “Si hubiera algún arancel a los granos, como no podemos quedarnos sin ellos, las alternativas de Suramérica paliarían un poco, pero el resto, con todo y arancel, lo tendríamos que traer de Estados Unidos”, señaló el subdirector del Conafab.

Javier León y Miguel Guízar, de Conafab, dicen que no se puede cambiar tan fácilmente el origen de granos de un año para otro. | Foto de Benjamín Ruiz

Granos a ritmo de samba o tango

México no podría importar los 10 millones de toneladas que le faltan de los dos gigantes suramericanos: Argentina y Brasil. “No tienen la capacidad de embarcar y nosotros tampoco tenemos la capacidad de descargarlo”. Ahí está la ventaja de importarlo de Estados Unidos.

Para transportarlo desde Sudamérica, se necesitarían barcos y transporte terrestre. De Estados Unidos, se pueden traer por barco, ferrocarril y hasta en camión. En la actualidad, se abastece con camión lo que está más cerca de la frontera, por ferrocarril hasta donde llegan las líneas férreas (el cual es un sistema bastante eficiente) y por barco, lugares como la península de Yucatán, en el puerto de Progreso. En el Golfo de México, el puerto de Veracruz es el de mayor capacidad.

Miguel Ángel Guízar, analista del Conafab, expresó que “el año pasado solo por Veracruz entraron 2.14 millones de toneladas de maíz amarillo de Estados Unidos, mientras que de Brasil, solamente 285,000”. Por Progreso entró otro millón de toneladas, mientras que de Brasil, unas escasas 38,000 toneladas. Una gran diferencia.

Sustituir el grano estadounidense por el suramericano de un año para otro se antoja una tarea titánica. Más bien sea quizás un proceso que requiera de unos 10 años.

Preocupa la calidad del grano

Para México, sigue siendo una preocupación la calidad que garantiza Estados Unidos de su grano. “No estamos contentos con lo que nos llega”. Según Javier León, en la renegociación del TLC hay dos cosas que se pueden hacer. Primero, que México presione para que los vendedores de Estados Unidos acepten que laboratorios mexicanos puedan evaluar la calidad del grano, ya que siempre en el contrato se especifica que la calidad final es en origen.

El asunto es que luego se hacen mezclas, por ejemplo, de cosecha nueva con cosechas anteriores. Los exportadores no se responsabilizan de lo que pase en el camino, en la última fase o en el barco. En cualquier transacción comercial, el comprador es el que decide, pero en este caso, añadió León, “como tenemos alternativas de abasto limitadas, nuestras posibilidades de éxito en un reclamo también lo son”.

Deben ser aceptados laboratorios en México, que puedan muestrear y analizar el grano que llega y que, en dado caso, determinar una penalización por no cumplirse la calidad contratada, máxime cuando hay un tratado comercial en el que se debería de establecer la calidad a importarse.

Normas obligatorias

De manera paralela, debería de haber una normatividad interna que exija también esa calidad en el grano que se va a usar en alimentos balanceados. “Hoy tenemos una norma de maíz, pero no es obligatoria”.

No obstante, Conafab está en ese proceso, bajo el paraguas del Consejo Nacional para el Abasto de Granos y Oleaginosas (Conago), al que pertenecen varios organismos de productores pecuarios, fabricantes de alimentos balanceados y procesadores de soya, entre otros.

“Estamos trabajando para formalizar una norma de calidad obligatoria, apuntando a la calidad de importación de granos”.

Competencia de otras proteínas animales

Los alimentos balanceados avícolas siguen representando el 50 por ciento del volumen total. “Aumenta, pero no como para cambiar la relación”, comentó Guízar. La demanda de proteína avícola (huevo y pollo) en el país se va a mantener o crecerá un poco. Los consumos per cápita en la población mexicana ya son altos, pues ya es un mercado maduro.

Sin embargo, el crecimiento puede venir de la porcicultura. El consumo per cápita de la carne de cerdo todavía es relativamente bajo y presenta potencial de crecimiento. Aunque el ritmo de crecimiento de la porcicultura en México es más alto que el de la avicultura, todavía va a pasar bastante tiempo para poder equiparar estas proteínas.

El Consejo Mexicano de Proteína Animal

Ante el posible impacto de los sistemas alternativos de producción animal, justamente Conafab trabaja en enseñar las bondades de la producción tradicional.

Conscientes de que la misma cadena de producción de proteína animal ha dejado que ese tipo de rumores, de noticias falsas o mitos se expandan y creen graves daños a la industria, Conafab participa ahora en un organismo nuevo: el Consejo Mexicano de Proteína Animal (Compa). En él están integrados muchos de los involucrados en producir proteína animal: cerdos, leche, carne de res y alimentos balanceados, y algunas empresas. Aún no se integran los avicultores. Su presidente es José Luis Caram, de la Confederación Mexicana de Porcicultores.

El Compa tiene un único objetivo: la promoción de la proteína animal, no de discutir cuál es la mejor o la peor, sino simplemente de las bondades de la proteína de origen animal y de defenderse de los ataques.

Buenas prácticas de manufactura

En México, se promueve con fuerza el concepto de las buenas prácticas de manufactura. Esto contribuye a la inocuidad de todas las proteínas animales.

“Hoy en México, el 100 por ciento de las empresas no cumple con la normatividad porque la regulación es muy rígida. Es imposible que una planta integrada de alimento balanceado registre todas sus formulaciones, pues hay cambios cada semana o más”.

Conafab ha estado en negociaciones con las instancias gubernamentales para modificar la regulación, para que vaya más acorde con la realidad. “Las empresas tienen que ser muy productivas, cuidar la calidad y cumplir con la regulación, y no tener más cargas administrativas”.

“Ahora ya se pueden certificar en buenas prácticas de manufactura. La Secretaría de Agricultura va a empezar a emitir certificados, para lo que hay un manual y guías. Las empresas tendrán que empezar a ver esto”.

Las buenas prácticas se tienen que ver como una inversión. No obstante, “lo más complicado es que es un cambio de cultura”, concluyó Guízar.

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