Bioseguridad: un trabajo extra, pero al final económico

La posible imposición futura de no usar antibióticos va a requerir de implantar sistemas de bioseguridad más estrictos y proteger la reputación de la industria.

Tarde o temprano, habrá restricción en el uso de antibióticos en Latinoamérica. No debemos olvidar que los antibióticos se usarán solo en caso de emergencia, pues el objetivo debe ser la prevención. En algunos países de la Unión Europea, por ejemplo, se ha reducido su uso en un 70 por ciento. En el resto del mundo, llegará esta misma tendencia. Pero Mart-Jan Bluemink, de Kilco, dijo que muchos se preguntan: si tengo una buena producción y estoy haciendo bien las cosas, ¿por qué necesito de la bioseguridad?

“En realidad, nadie quiere hacer bioseguridad porque es trabajo extra”, señaló Bluemink. “Significa que tenemos que establecer protocolos”. Lo que se desea es detener la diseminación de las enfermedades en la granja, incluso de caseta de caseta. Además, necesitamos proteger la salud pública, el bienestar animal, el desempeño y la conversión alimenticia, así como la salud de las aves y reducir la mortalidad. Pero, sobre todo, necesitamos proteger la reputación de la industria.

¿A qué desafíos nos enfrentamos?

Desde un punto de vista externo, muchos de los desafíos son bacterias, virus, mohos y hongos, protozoarios y parásitos, y todos requieren métodos diferentes de bioseguridad, no uno solo.

Los virus, en particular, se diseminan con rapidez y con cierta regularidad son zoonóticos. Conllevan a desempeños de baja producción y a pérdidas financieras para el productor y para toda la industria, como la influenza aviar.

Manos a la obra con los planes

Es necesario tener buenos procedimientos, que todos necesitan conocer. Solo hay que dejar entrar a la granja a la gente que sea necesaria. “Me sorprende cuán fácil es a veces entrar a una granja avícola, incluso a alguien como yo”, señaló Mart-Jan. Tenemos que proteger a la granja.

El uso de tapetes sanitarios o pediluvios es de vital importancia en cualquier instalación avícola. | Foto de Benjamín Ruiz

Los procedimientos deben ser claros y deben aplicarse a todos, “incluso a nuestros mejores amigos”.

La bioseguridad no es solo el cartel que se encuentra en la entrada de la granja. Es también la evaluación de qué visitantes y qué vehículos queremos que entren a la granja, cómo desinfectarlos y qué procedimientos echar a andar, así como la ropa y calzado a usar, los materiales que pasan de una caseta o galpón a otro y las herramientas.

En la desinfección de calzado y neumáticos, se necesita de un desinfectante que funcione a diferentes temperaturas. El uso de tapetes sanitarios o pediluvios es de vital importancia. “Meta los zapatos, incluso si trae unos buenos, antes de entrar a la granja o a la oficina”, nos recordó Bluemink. La oficina se debe mantener limpia y desinfectada.

Todo aquello que no se haga es simplemente engañarse a sí mismo y al protocolo. “Es gastar dinero para nada”.

¿Y las manos que usamos en la obra?

La bioseguridad no se detiene en la garita de entrada. Hay que verificar todo, factores como calidad de los pollitos, patógenos en el agua que forman biopelículas en las tuberías, movimiento de gente en la granja (quién entra y quién sale de cada caseta), eliminación adecuada de la mortalidad, pero sobre todo hay que lavarse las manos.

“En la caseta, me quito el overol, las botas, me pongo unas nuevas, incluso las desinfectó. Lo hice todo muy bien, pero las manos tocaron las botas sucias y ahora las limpias”, comentó Bluemink. “De esta forma, transfiero patógenos”. Así que, durante estos procedimientos, al entrar y salir de la caseta, hay que lavarse y desinfectarse las manos.

Obstáculos en bioseguridad

En general, las casetas que limpiamos y desinfectamos no son exactamente estériles y nunca lo serán. Hay superficies rugosas, como las del cemento del piso. El cemento es cáustico y encima le ponemos alimento, pollinaza o gallinaza, así como algunos químicos muy agresivos. Con el tiempo, empieza a desgastarse. Esto significa que hay una alta probabilidad de que se acumule la materia orgánica, factor limitante al que solo la limpieza y desinfección juntas van a llevar a una reducción suficiente.

Si se quiere hacer algo por la bioseguridad y la higiene, debe precisarse de una lista de verificación. Si no se sabe en dónde se encuentra uno, ni se conocen los desafíos de la granja en términos de higiene o patógenos, es probable que no se sepa hacia dónde se quiere llegar.

Limpieza y desinfección

Estos procesos son muy sencillos, pero implican unos cuantos pasos:

El primer paso es saber qué pasa, qué fue lo último que pasó, contra qué se lucha, si ha habido algún desafío en particular que no hubo antes y si hay algo en lo que haya que pensar. Recordemos que no todos los patógenos reaccionan igual ni necesitan el mismo tipo de desinfectante.

Un programa de limpieza y desinfección terminal de rutina podría contener:

Hay que verificar cada esquina, cada rincón y qué tan limpios están. Después de haberlos identificado, se deben lavar. Con el lavado, se abre la carga orgánica. Tan pronto como cae la primera gota, se liberan todos los patógenos en la caseta.

Se puede usar espuma, para después enjuagar y quitar la carga orgánica; posteriormente, viene la desinfección estándar. Quizás sea necesario una segunda ronda de desinfección.

Con la desinfección, debe tratarse todo, incluso el techo. Después de la desinfección húmeda, se pueden llegar a encontrar todavía gérmenes. Al final, hay que nebulizar, ya que, por mucha limpieza y desinfección, siempre hay pequeñas grietas y agujeros.

La higiene es la reducción de microorganismos. Aunque es casi imposible deshacernos de todo, se tiene que reducir el desafío microbiano a un nivel aceptable, no a cero ni a un nivel estéril.

Hay que verificar que la superficie a desinfectar esté lista para la desinfección. Si todavía tiene la capa y se usa cualquier desinfectante, literalmente va a rebotar, ya que hay una capa de grasa y de proteína que cubre a los patógenos.

Hay que enfocarse en el lavado. El lavado con espuma es de gran beneficio, ya que el agua y la grasa no se mezclan, de tal forma que va a ser mucho más fácil limpiar la superficie para quitar las capas de grasa y proteínas.

Biopelículas en tuberías

También es importante el tratamiento del agua. Mucha gente purga las tuberías, pero ¿qué pasa durante la producción? ¿Se hace algo por quitar las biopelículas que se forman?

Las biopelículas se forman al subir la temperatura, tanto en las tuberías como en los bebederos de niple, con lo que puede haber E. coli, Salmonella y otros microorganismos.

Finalmente, Bluemink exhortó a pensar dos veces los procedimientos que se tienen en la actualidad, qué es lo que se hace. Recomendó consultar a un experto, a un asesor independiente y a desafiarse el uno al otro sobre qué es lo que hacemos bien y qué podemos mejorar. Con muy poco esfuerzo y con muy poca inversión, se pueden tener muy buenos resultados.


La costosa coccidiosis

La coccidiosis es la enfermedad parasítica más importante de la industria avícola, que provoca enormes pérdidas económicas. Se ha podido controlar la coccidiosis con los coccidiostatos que se introdujeron en los años 70, pero quizás vayan en camino de retirarse del mercado.

Los oocistos se quedan atrapados en las grietas y agujeros del piso de cemento rugoso. Esto conduce a más presión porque los oocistos no pueden lavarse si no se usa la cantidad suficiente de agua durante el lavado y la desinfección.

Hay que hacer un paso extra: usar un desinfectante que realmente pueda desactivar los oocistos esporulados. La materia orgánica protege a los patógenos. La aplicación de la espuma la elimina.

Los oocistos son muy resistentes. Cuentan con dos capas de grasa y de proteína, que se necesitan romper. La grasa se quita con facilidad con un desinfectante estándar; una vez que se elimina, se tornan inestables y no sobreviven.

El gluteraldehído surfactante quita la capa de grasa y luego se inactivan con clorocresol, el único principio activo que tiene la capacidad de romper la capa de proteína.

Para inactivar los oocistos, se va a necesitar mucha agua, por lo regular 750 ml a 1 litro por metro cuadrado de alojamiento.

Nota: artículo basado en la presentación “The importance of biosecurity in a world with less antibiotics”, de Mart-Jan Bluemink, durante el seminario “Solving the Antibiotic-Free Production Puzzle” de Biomin en Viena, Austria, en febrero de 2018.

X