Autorregular plantas avícolas para el control del COVID-19

Autorregular plantas avícolas para el control del COVID-19

(Royalty Free illustration | Rawpixel.com)

Ahora más que nunca, la práctica deontológica debería ser parte inherente a la producción de pollo y huevo.

La deontología está definida como una parte de la ética que trata de los deberes, especialmente de los que rigen una actividad profesional. Así que esta vez voy a referirme a la deontología en la industria avícola.

Hace unos días me di cuenta de la existencia de un organismo independiente de la industria publicitaria española denominado Autocontrol (Asociación para la Autorregulación de la Comunicación Comercial). Su objetivo es trabajar por una publicidad responsable: veraz, legal honesta y leal.

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Este organismo se basa en tres componentes principales: códigos de conducta, jurado de la publicidad (órgano extrajudicial) y asesoría jurídica para las empresas. Además de tramitar reclamaciones, asesoran a las empresas y dan capacitación.

Ante los cierres de plantas avícolas en Estados Unidos y algunas pocas en Latinoamérica, y las exigencias ya que algunas sufren, se me ocurrió preguntarme si la industria podría autorregularse. No se trata de saltarse las reglamentaciones oficiales de ministerios y servicios de inocuidad alimentaria de los gobiernos, sino de adelantarse a ellos y complementarlos.

Tomé algunos puntos interesantes de esta iniciativa española. La autorregulación es un compromiso de responsabilidad para cumplir las normas, que ofrece una garantía de confianza. Primero que nada, con ella se beneficia el consumidor (nacional y de exportación), que recibiría un producto garantizado inocuo. En segundo lugar, el trabajador tendría la garantía de trabajar en un lugar seguro para su salud y de conservar su trabajo. Y en tercer lugar, para las empresas aumenta la confianza y reputación, y se preserva el negocio.

Autocontrol es la primera entidad privada acreditada como entidad de resolución alternativa de litigios por el Gobierno español. Esto, entre otras cosas, brinda una percepción positiva entre reguladores y la administración pública, pues complementan la normativa legal y se presenta como un mecanismo alternativo en resolución de reclamaciones. Creo que las autoridades y clientes verían como algo positivo la forma en que las empresas avícolas se autocontrolan.

La industria cuenta con un montón de sistemas y medios de autocontrol: POES (Procedimientos Operativos Estandarizados de Saneamiento), HACCP (Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control), ISO (Organización Internacional de Estandarización), pero —evidentemente— aún no tenemos nada del COVID-19. Hay iniciativas como los protocolos de la Asociación Latinoamericana de Avicultura (ALA) y de otras asociaciones que pueden servir de base. Pero quizás necesitemos profundizar más en cuestiones como desinfección, uso de mascarillas, caretas, luz ultravioleta u ozono.

Finalmente, algo que me parece imprescindible —de lo que cojea la industria avícola— es comunicarlo al público. Habría que, además, hacer campaña de información al consumidor para dar a conocer su existencia, actividades y servicios del sistema de autorregulación.

Así, podríamos seguir brindando alimentos de calidad y conservar nuestra industria.

¿Ustedes qué piensan?

Vea nuestra cobertura continua de la pandemia de COVID-19.

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