Avicultura: ¿algo que aprender del fenómeno Greta?

Avicultura: ¿algo que aprender del fenómeno Greta?

(Foto vía Facebook: Greta Thunberg)

El maremoto mediático que tiene como figura visible a esta adolescente sueca da algunas pistas sobre cómo construye el activismo sus estrategias. Algo se puede aprender, más allá de evitar ponerse en su camino argumentativo.

Venda más emoción que argumentos

Ojo: no estoy diciendo que la señorita Greta Thunberg no tenga razones, y muy buenas. Solo estoy señalando que muy pocos en realidad las recuerdan al detalle, mucho menos para refutarlas, si a ello hubiere lugar, por lo que pasan como verdades absolutas. Los titulares mediáticos y la gran empatía mundial que esta persona viene generando hace meses se basa —y mucho— en su obcecada postura, su ceño fruncido, su actitud de permanente ira y la entonación trémula de su voz cuando se expresa. Por alguna extraña razón, mostrarse indignado y furioso es algo que refuerza su argumentación y la valida, cuando para sentirse así no hace falta tener la razón. Se puede estar indignado y furioso por motivos equivocados.

Busque alguien carismático y nada “atacable”

¿Quién quiere ser el villano que va a controvertir una niña (es menor de edad, con solo 16 años; nada de pasado, puro futuro) que encima padece un trastorno del comportamiento que entra en la categoría del autismo? Hasta yo me lo pensé dos veces para escribir estos pensamientos. Casi no hay manera de salir bien librado. La justa causa de la agroindustria no tiene una Greta. ¿Qué tal una bella niña africana o mestiza o asiática (tiene que ser niña) que exija con rabia y voz entrecortada nutrición de calidad, que quiere acabar con el hambre en los países pobres, con alimentos producidos por un sector comprometido con la sostenibilidad, sin renunciar a su derecho a consumir proteína animal?

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Culpe a los sospechosos de siempre

Dos de las frases de Greta que poblaron los titulares y las redes sociales esta semana me llamaron poderosamente la atención. “Ustedes están arruinando mi futuro” y “No están haciendo nada por cambiar las cosas”. Arrancaron aplausos, pero se me antojan terriblemente injustas, cuando no falaces. Desde los tiempos de Homero, los jóvenes culpaban a los mayores de sus males, y es curioso que lo diga una habitante de uno de los países con mejor calidad de vida del mundo. Algo debieron haber hecho bien sus ancestros. Ahora sigamos con eso de que “no se está haciendo nada”, algo curioso cuando hay un mundo comprometido con los Objetivos del Desarrollo Sostenible y resultados para mostrar por parte de gobiernos y empresarios (entiéndase los políticos y el capitalismo, cuáles de los dos más cuestionados).

Haga el mayor ruido posible

Una vez construido el personaje y el discurso, convoque a ruedas de prensa con él, hágalo invitar a conferencias y vaya ascendiendo en la importancia de estos foros, cree premios dentro de su grupo de interés que esa persona gane periódicamente, haga boletines de prensa y mueva todo lo anterior en redes sociales. Si alguna universidad quiere aprovechar el boom mediático para otorgar un premio honoris causa, sirve también. Hágalo todo tras una fundación que canalice aportes de la industria verde interesada. Todo lo dicho no es ilegal ni me parece inmoral, solamente es y no está de más recordarlo para entender y aprender.

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