Del descubrimiento de América a la avicultura moderna

Del descubrimiento de América a la avicultura moderna

(nehopelon | Bigstock.com)

Antes de que los revoltosos nos cambien la historia, recordemos la gesta de Colón en clave del cataclismo que cambió la forma como nos alimentamos en el mundo, incluyendo su conexión con el negocio avícola actual.

Jamás entenderé a quienes creen que hacen lo correcto derribando estatuas o vandalizando monumentos de personajes que desde el pasado ayudaron a construir el futuro que hoy tenemos, en el que estamos y somos.

Orgulloso de mi herencia hispánica, africana y americana, ¿cómo podría renegar de un hecho que me tiene escribiendo estas líneas, en esta bella lengua y disfrutando de la mejor época de la historia para existir (ni el COVID-19 la desbanca)?

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El 12 de octubre será siempre para mí una fecha de celebración y podría explicarlo con mil razones, pero en este caso me centraré en un aspecto crucial que nos alegra el estómago y el espíritu cada día.

Solo cuando se encontraron el Nuevo y el Viejo Mundo, con toda su gloria y brutalidad, la dieta del ser humano fue completa y mejor. A cambio de regalarle el maíz al mundo, junto con las papas, el tomate, el aguacate, el tabaco y el cacao, América recibió una gama fabulosa de cereales (del arroz al trigo), azúcar, especias, café, cebolla, ajo y la bendición de la actividad pecuaria.

Los pueblos indígenas americanos no criaban animales para comerlos, salvo algunos perros en Mesoamérica y las llamas en los Andes. Dicen que los araucanos (o mapuches) en Chile ya tenían gallinas domésticas antes del descubrimiento, las cuales habrían llegado con los polinesios, aunque esa versión tiene poco respaldo documental.

Una tercera parte de nuestros antepasados tenía entonces que apañarse con la caza y la pesca, cuando no con la antropofagia. Gracias al negro africano y al blanco europeo (las otras dos terceras partes indivisibles del actual árbol genealógico americano), tenemos mejores opciones y más sabrosas.

Si el mundo no estuviera completo a partir de la hazaña de Colón, no tendríamos los pollos y huevos de mesa que tanto nos gustan y nos hacen bien. Y el resto del mundo avícola no tendría el maíz amarillo duro ni nosotros la soya asiática para alimentarlos. Recordemos que si bien recibimos pollos y gallinas, también los americanos aportamos el pavo, que no es poca cosa para la avicultura comercial.

¿Cómo podemos ser tan desagradecidos como para derribar una estatua de Colón o de algún conquistador español o de un padre fundador? Esos homenajes no se levantaron por sus humanos errores que ahora fustigan algunos con acomodados valores actuales, sino por la audacia con la cual marcaron el camino que hoy nos tiene aquí. ¡Salud por eso!

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