En la crisis, ¡importa lo que funciona y ya!

En la crisis, ¡importa lo que funciona y ya!

(Royalty Free illustration | Rawpixel.com, Momentmal | Pixabay)

Este tiempo de pandemia ha representado un alivio para el negocio avícola frente aquella leyenda negra que le construyen ciertos grupos de interés, una oportunidad para contraatacar con argumentos contundentes.

Aunque sea difícil de ver en medio de las urgencias del día a día, la situación sanitaria provocada por el COVID-19 ha propiciado algunos oasis aislados para la avicultura comercial. Sin duda, uno de ellos es la bienvenida sordina al discurso animalista y sus mentiras en contra de esta agroindustria.

No es algo que se da solamente por un asunto de distanciamiento social obligatorio o voluntario. Es que, como estrategas que son, esas entidades que viven de copiosas subvenciones saben el poco favor que le haría a su causa fomentar ahora escraches o boicoteos contra una actividad considerada esencial en todos los países del mundo.

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Ha quedado claro que se reconoce con todas las letras nuestro importante papel en garantizar la seguridad alimentaria, que es lo que más importa en estos inciertos momentos. Y de la mano de los amigos animalistas están también de capa caída los promotores de ciertos sistemas de producción que amparados en falsas consideraciones ambientales se autoproclaman como alternativas más dignas, sanas y éticas.

Ni modo de levantar ellos la voz cuando no pueden competir frente a las eficiencias de todo tipo que, a lo largo de décadas de esfuerzo e investigación, han permitido a la avicultura comercial ofrecer proteínas de excelente calidad y con la mejor relación precio/beneficio en toda la historia de la humanidad.

Otro espaldarazo que nos afianza como parte vital de la solución a la pandemia es compartido con el resto de las agroindustrias y la industria de los alimentos procesados. Si no fuera por nuestros avanzados métodos de producción, de preparación, empaque y distribución, ¿cómo podría afrontar el mundo este grave trance? ¿Alguien se imagina un aprovisionamiento de crisis con “productos frescos y naturales”?

Este buen momento para la industrialización de los alimentos se ve favorecido con otro elemento: la creciente conciencia del consumidor en el enorme valor de la inocuidad de lo que se lleva a la boca, de los ingredientes con que prepara sus comidas. En el negocio avícola es el reinado del pollo congelado, incluso en nuestros mercados donde hasta hace poco el monarca no era siquiera el pollo refrigerado, sino el tibio (recién sacrificado) cuando no en pie.

Definitivamente, en tiempos de crisis, en lo que se llama la hora de la verdad, lo que cuenta es lo que funciona, lo más cercano, lo que nos sirve y lo que nos salva. El resto es prescindible, como está recordándolo el mundo con dureza.

Vea nuestra cobertura continua de la pandemia de COVID-19.

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