Pantalla grande o chica, ¿solo el negocio cárnico en el ojo público?

Pantalla grande o chica, ¿solo el negocio cárnico en el ojo público?

(Scott Webb | Rawpixel.com)

Una película recientemente galardonada y una propuesta de video vigilancia permanente en plantas de beneficio vuelven a poner sobre el tapete la permanente sospecha sobre la agroindustria. ¿Cuándo se volteará la lente hacia quienes tanto nos acusan?

Un lacrimógeno documental sobre la vida de un cerdo de granja, filmada enteramente en un dramático formato a blanco y negro, se llevó el premio del público en el Festival de Hamburgo (Alemania). No he visto completa la película, titulada Gunda y dirigida por un ruso; se antoja impecable en lo técnico y estético.

De lo que sí tengo conocimiento cierto es de algunas justificaciones de los cinéfilos para premiarla, lo que nos da parte de otra batalla cultural perdida por el negocio cárnico en el mundo. “Es una declaración de amor cinematográfica a los cerdos, vacas y pollos que habitan el planeta y que son consumidos por los humanos todos los días”, dijo uno de los votantes.

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Otro afirmó que “plantea preguntas actuales: cuál es la actitud de cada uno de nosotros hacia los animales de granja y sobre cómo estos son mantenidos”. ¿Algo más habrá que agregar? Pues sí, otro “llamado audiovisual” para la crítica al negocio cárnico se está cocinando en otra parte de Europa.

Esta semana, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) sacó a consulta pública un proyecto de real decreto para obligar a instalar cámaras de video vigilancia en todas las instalaciones de sacrificio animal, incluidas aquellas que en España procesan 823 millones de aves cada año. Esta es una propuesta respaldada por organizaciones animalistas, desde luego.

Como era de esperarse, el gremio cárnico español está de acuerdo con la iniciativa, siempre y cuando se respete la privacidad de los operarios, así como de los procedimientos internos que puedan representar o asimilarse a secretos empresariales. Toda transparencia es buena, valiosa para corregir y mejorar. Eso está bien; lo que incomoda un poco es que no se aplique ese mismo principio para los denunciantes de oficio.

Por ejemplo, qué bueno sería ver grabaciones en las que se captan en flagrancia a los animalistas más belicosos invadiendo propiedad privada (casi todas las granjas lo son), entrando a galpones (con lo que ponen en peligro la bioseguridad de los animales que dicen defender, la de ellos mismos, los operarios y los consumidores finales) y hurtando bienes ajenos (un animal de cría comercial lo es).

Y qué me dicen de los videos donde aparecen manipulando alimentos en supermercados, pegándole calcomanías a productos cárnicos o abiertamente alterando de manera criminal la cadena de frío o la inocuidad de los mismos. Me encantaría un documental sobre todo eso, así sea a color y con calidad de video de vigilancia, no importa, con tal de que sea viralizado y denunciado como merece.

Un silencio mediático que ha cubierto también la financiación de dichas organizaciones, que vía donaciones privadas terminan manejando más presupuesto que cualquier entidad gremial agropecuaria en el mundo, pero sin mayores controles. Viajes, campañas, escraches que incluso pueden tornarse violentos. En fin, quienes dedican su vida al bienestar animal tienen derecho a su propio bienestar, no faltaba más.

Que el ojo de la lente pública sea para todos y no apunte siempre para el mismo lado… ¡Ojalá!

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