Para combatir mitos avícolas, aliémonos con el comercio

Para combatir mitos avícolas, aliémonos con el comercio

(Andrea Gantz)

Endeble y descuidada es nuestra primera línea de defensa contra la aupada mala prensa: los comerciantes detallistas que desconocen cómo producimos y qué es el bienestar para nuestras aves.

Llegó como un chaparrón fugaz, que te molesta e inoportuna aunque sabías era inevitable por tanto charco dejado en el vecindario. Ya habían hecho sus “performances” en Brasil, México, Chile y Argentina, en donde le dicen escraches a aquellas manifestaciones de denuncia en vía pública que montan algunas organizaciones, en este caso, animalistas veganos contra los huevos producidos por gallinas enjauladas.

Parece que estos grupos transnacionales siguen el escalafón de las economías latinoamericanas y fue el turno de Colombia; espérenlos en breve, amigos del Perú. No me tomaré el trabajo de mencionar el grupo que se estrenó estos días en Medellín, con volantes y pancartas tan lacrimógenas como mentirosas en las manos de jóvenes disfrazados de gallinas.

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Ellos saben quiénes fueron y que, a comienzos de año, intentaron contactarme. Les acepté el saludo y me dispuse a escucharles, pero no volvieron a escribir; tal vez leyeron alguna que otra cosita publicada por mí sobre su desafortunada cruzada, la que busca con falacias imponer de forma totalitaria hábitos de consumo que como tales deben ser libres y opcionales.

Como es habitual, se enfocaron en la mayor cadena minorista del país, la cual, como parte de un conglomerado europeo, tiene clara sus metas sobre el comercio de huevos libres de jaula. Trataron de “escracharlos” para que no sean solamente sus marcas propias las que se produzcan bajo ese nuevo evangelio desde 2025: tienen que ser todas. Eso equivaldría por lo menos al 65% de la producción nacional.

Obviamente, también lo quieren para ayer, sin importar nada más. Como cosa buena, solo un medio digital le dio relevancia noticiosa al espectáculo; lo malo, que lo hizo de manera irresponsable, reproduciendo fielmente los anticientíficos argumentos animalistas y dejando como contraparte a la cadena comercial que solo atinó a responder lo ya anotado.

Es decir, solo dieron una disculpa corporativa que avalaba de forma implícita las falsas denuncias. ¿Y entonces las mentiras de los animalistas quién las responde? Los periodistas, entre facilistas y parcializados, no acudieron a los productores, pues el escrache estaba dirigido a los comerciantes detallistas.

Ni preparados ni interesados en contrastar argumentos, se vieron en esta primera escaramuza colombiana los responsables de tener que vérselas con consumidores desinformados y alborotadores de ocasión.

¿Será conveniente seguir dejándolos sin información, razones ni estímulos para siquiera conocer la verdad de sus proveedores?

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