Traspatios, ¿son solo amenazas para el negocio avícola?

Recientes brotes infecciosos de Newcastle en nuestro continente tienen en común que se dieron en pequeñas producciones. ¿Qué hacer con ellas?

La cría avícola en traspatio es un hecho con un gran valor. Mantiene la variedad genética de la especie Gallus gallus domesticus con las distintas subespecies que la conforman. Esa variedad, a futuro, serviría para mejorar o diversificar los actuales linajes comerciales, que podría apalancar nuevas líneas de producto.

Quién sabe, el mercado o algunos nichos pueden llegar a demandar alas o perniles más musculosos, carne de tonalidades distintas, huevos azules o de otro color alternativo o con cáscaras más gruesas para un segmento específico, por ejemplo.

También se trata de animales bellos, vinculados a la cultura de nuestros campos latinoamericanos. Cumplen una importante función ambiental: pueden comer por cabeza hasta 300 gramos diarios de nuestros desechos alimenticios; una gran ayuda si tenemos en cuenta que generamos en promedio 150 g/día (¿algo que decirle a la avicultura comercial?, ¿cuánta comida desperdiciamos?, ¿nos pegan las fluctuaciones de los granos?).

Y por supuesto, aportan a la seguridad alimentaria de poblaciones vulnerables. Es decir, son una realidad para bien y no dejarán de serlo pese al comprobado riesgo sanitario que encarnan. Entonces, ¿cómo coexistir con estas pequeñas explotaciones, minimizando el peligro? En Pereira (Colombia), José Alejo Velasco, un enamorado de la avicultura campesina que es al mismo tiempo técnico de la autoridad sanitaria animal del país, organiza cada agosto el Festival del Gallo Ornamental.

En esa doble condición, Alejo difunde recomendaciones básicas de bioseguridad para los traspatios: un plan sanitario (vacunas, desparasitación, vitaminización, uso racional de antibióticos, control de roedores e insectos), cerramiento perimetral y eliminación de animales enfermos. Recalca igualmente en el cuidado al incluir nuevos animales, verificar su origen, limpiarlos y tenerlos separados unos días del resto para conocer su estado real de salud.

Todas esas son labores que necesitan constancia y acompañamiento. El compromiso de los pequeños productores, junto al control, vigilancia y asistencia de las autoridades son imprescindibles en este proceso. Algunos empresarios avícolas y sus gremios han entendido que no pueden permanecer indiferentes a esa realidad.

Llegan incluso a acompañar a las autoridades sanitarias y financian la vacunación de emergencia en caso de brotes. ¿Se podría hacer más? ¿Demasiado “apadrinar” en buenas prácticas a traspatios en cierto rango de influencia de sus instalaciones? Así se construirían mejores lazos vecinales, se apoyaría la gestión de las autoridades (siempre en déficit), mientras se teje una suerte de escudo sanitario. ¿Sería demasiado?

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