‘Big data’ y la medición objetiva del bienestar animal

La gestión eficiente de la información generada en una instalación pecuaria permite tomar decisiones de coyuntura o estratégicas y puede agregar ciencia al sensible debate del bienestar.

Es claro que alrededor de la noción de bienestar animal, sobre todo de cara al público en general, gobiernos, medios de comunicación y grupos de interés, la percepción emocional suele caminar sola, sin el necesario acompañamiento de los datos, de la información en terreno o de la ciencia.

Esta es una preocupación creciente para la avicultura del continente y por eso no es de extrañar que para las conferencias de la VI Jornada Regional Suramericana de la Asociación Latinoamericana de Avicultura (ALA), celebrada recientemente en Quito, los anfitriones de la Corporación Nacional de Avicultores del Ecuador (Conave) convocaran a un experto en el tema como lo es el español Carlos Piñeiro.

Carlos Piñeiro, experto español en big data y medición del bienestar animal, durante su presentación en Quito, en VI Jornada Regional Suramericana de ALA, organizada por la Corporación Nacional de Avicultores del Ecuador.

Industria Avícola conversó con Piñeiro, reconocido veterinario segoviano, que es uno de los pocos expertos hispanohablantes con un doctorado en Filosofía de la Ciencia Animal otorgado por la tokiota Universidad Meiji (Japón) y una amplia experiencia en sistemas de gestión de la información en la producción pecuaria.

Tiene su propia firma especializada, Pig Champ, “con la que hemos trabajado con cerdos durante más de 20 años, con una incursión reciente en la avicultura de hace unos tres años. Se trata de un ámbito en el que se puede hacer tanto como lo que ya hay en porcicultura, pues las equivalencias en cuanto a amenazas y sinergias son muchas, empezando porque se trata de monogástricos”.

Los trabajos de Piñeiro en temas como la emisión de metano y amoniaco en instalaciones porcícolas reforzaron la posición del agro español en Bruselas hace unos ocho años, cuando se discutía la normativa europea en emisión de olores y gases de efecto invernadero. “Para ir a esos espacios hay que hacerlo con datos ciertos, no solamente levantar la voz para decir que no nos gusta o no nos parece”, sostuvo.

Mismo lenguaje, pero con evidencia

Piñeiro aprovechó su charla para recomendar a los avicultores latinoamericanos que utilicen los datos generados por su operación cotidiana, recolectados y organizados de manera eficiente mediante herramientas y protocolos de gestión de la información, para participar en la discusión de las normas locales en bienestar animal que se sabe están en camino.

“Un productor con evidencia científica siempre será de mucha utilidad para que una ley salga lo mejor posible. Una vez que esta ley sea expedida, hay que cumplirla y en eso también la gestión de la información es vital. Ahora, tener los datos del bienestar también es valioso para interactuar propositivamente con los consumidores y los grupos de interés”, explicó el veterinario.

En este punto, sugiere “no caer en las discusiones emocionales, en las que jamás se gana; además, no te puedes pelear con tus clientes”. Para ello, la evidencia científica debe recogerse, procesarse y presentarse siguiendo la misma lógica del discurso globalmente aceptado del bienestar animal.

En ese sentido, indica que se debe ir más allá de los cuatro principios de la buena alimentación, buen alojamiento, buena salud y comportamiento apropiado. “A los teóricos del bienestar animal hay que seguirlos también. Por ejemplo, el catedrático de Cambridge Donald Broom es una autoridad respetada y en mucho de lo que dice hay claros encuentros y sintonías con lo que hace la agroindustria y que demuestran una gestión con bienestar, entre ellos los índices de reproducción y producción”, apuntó.

Es en este punto en el que Piñeiro esboza su propuesta de ocho grupos de indicadores que pueden ser recolectados mediante analítica de datos, con el fin de ilustrar el respeto al bienestar animal en cualquier unidad pecuaria “que hace las cosas bien, como debe ser. Quienes no lo están haciendo, nos producen un daño muy grave a todos y no deben ser tolerados por el resto del gremio. Una señal clara del compromiso del negocio avícola con este tema es la de ser los primeros en denunciar, creo yo”.

Biomarcadores, as bajo la manga

En el listado de indicadores que dan cuenta del bienestar animal, Piñeiro agrupa los de rendimiento reproductivo, rendimiento productivo, control sanitario, biomarcadores, resultados de auditorías externas, controles de alimentación, control de la ingesta de agua y control de las condiciones ambientales generales.

“Si tenemos esta información cierta y en tiempo real, reducimos al mínimo la ocurrencia de episodios de estrés en nuestros animales. Y el estrés es costosísimo para el negocio porque es costosísimo para el metabolismo de todo ser vivo. Un animal estresado destina su energía en responder al estrés, en pelearse con su entorno, y no en producir la carne y los huevos que necesitamos”, destacó.

Unos buenos indicadores de rendimientos reproductivos y productivos, además de ser buenos para el negocio, son evidencia de bienestar. “Lo dice Donald Broom, en eso estamos entre bien y muy bien. Ahora, en cuanto al control sanitario, la evolución no resulta tan clara, es más bien desigual y se debe trabajar en mejorar los indicadores de mortalidad, animales tratados, uso de antimicrobianos, lesiones en matadero, etcétera”.

Globalmente, el experto reconoce que se está mejorando, pero todavía hay un amplio margen para seguir haciéndolo. “Cada año se producen 60,000 millones de pollos en el mundo, de esos unos 3,000 millones se malogran en el proceso. La avicultura consume unos 250 millones de toneladas de alimento que no es totalmente digerido, y todo eso hace que por estrés unos 300 millones de aves llevadas a término no puedan ser aprovechadas como alimento”.

Volviendo al estrés como respuesta a la falta de bienestar en todo ser vivo, Piñeiro propone que la avicultura se avoque a desarrollar sistemas de medición de los biomarcadores que arroja el organismo de las aves. “Una medición periódica y contrastada con tablas unificadas sería de gran ayuda para definir de manera objetiva cuestiones como en cinco fuentes inevitables de estrés para los animales producción”, dijo.

Aquí el veterinario español menciona el llamado estrés social (relacionado con reagrupamiento y espacio disponibles), ambiental (temperatura, humedad, generación de amoniaco), metabólico (restricción de agua o alimento, hambre crónica), inmunológico (por alguna enfermedad) y de transporte (distancia y calidad de este).

Reconoce el experto que hasta ahora ha sido más eficiente recoger en cerdos dichos biomarcadores de estrés o proteínas de respuesta en fase aguda, “pues se puede hacer sin afectar mucho las lecturas en el suero sanguíneo, la saliva y la leche de estos animales”. No obstante, viene haciéndole seguimiento a estudios con procedimiento de recolección no invasiva en aves de tales biomarcadores.

“En esto es importante seguir profundizando y lograr mecanismos de medición pertinentes y confiables. Aquí estamos hablando de proteínas como la corticosterona, la ovotransferrina, alfa-1 GPA y ceruloplasmina. Con ellas podemos demostrar que es el mismo organismo del animal el que está hablando sobre su condición de bienestar. ¿Quién podría refutarlo?”, afirmó.

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