Sistemas alternativos avícolas, ¿son sostenibles?

Estudios en Norteamérica, Europa y Australia demostrarían que los sistemas alternativos de producción avícola no solo afectan la sostenibilidad económica del negocio; tampoco contribuyen en lo ambiental y social.

Vincent Guyonnet es un consultor francés de amplio reconocimiento internacional en temas asociados a la salud animal y el procesamiento de alimentos. Recientemente, presentó en el XIX Congreso Nacional Avícola de Colombia una aplaudida conferencia titulada Ciencia y Bienestar Animal.

Esa disertación, fruto de compilar comparativamente decenas de estudios en cientos de unidades productivas avícolas de todo tipo en Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Reino Unido y Australia, entregó lo que parece ser evidencia bastante sólida sobre el impacto negativo de los sistemas alternativos de producción en las metas de sostenibilidad para esta agroindustria.

Sin duda, la sostenibilidad es el gran tema para la producción de cualquier bien o servicio en el mundo, y es también el reto para la avicultura comercial de cara a una demanda en crecimiento por alimentos económicos, saludables y de alta calidad nutricional, como lo son el huevo y la carne de pollo.

Para Guyonnet, entender lo que significa y demanda la sostenibilidad en el negocio avícola es una prioridad para definir en dónde enfocar los esfuerzos en esta agroindustria y evitar desviaciones que, por razones más emocionales que objetivas, han demostrado estar en contravía de una producción sostenible.

Como sistemas alternativos de producción avícola, el también colaborador de FFI Consulting engloba las siguientes clasificaciones, dependiendo si están destinadas a generar huevos de mesa o carne de pollo. En el primer rubro, comparó los sistemas de jaulas enriquecidas (de los pocos permitidos en el primer mundo), aviarios y libres de jaula. Para la producción de pollo, tuvo en cuenta el sistema tradicional (galpón), en libertad (free range) y orgánico.

A la luz de la experiencia acumulada en los últimos años en la avicultura de los ya mencionados países, donde se han extendido con apoyo en las normas y la presión de grupos de interés los sistemas alternativos de producción, el experto sugirió analizar las tres dimensiones conocidas de la sostenibilidad, aplicadas a la industria avícola.

Se contamina más

Una variable de la sostenibilidad es la ambiental y allí pesan cuestiones como la generación de gases de efecto invernadero (GEI) y la máxima optimización de recursos cada vez más preciados como el agua, energía y suelos. Sobre los GEI, entre el 75 por ciento (en huevo) y 87 por ciento (en pollo) de lo que emite la avicultura proviene de sus principales insumos, el maíz y la soya cultivados en campos que antes eran bosques.

Ahora, en lo que respecta a la emisión propia en granjas, para huevo, el 20 por ciento lo origina el manejo del estiércol y un 5 por ciento, actividades logísticas posteriores a la postura. En pollo, se reparten el resto de las emisiones al 6.5 por ciento las excretas y el transporte.

Esta es una valoración global para todos los sistemas de producción. Al momento de discriminar la generación por modelo, los estudios recabados por Guyonnet mostraron que las jaulas para ponedoras arrojan entre 16 y 23 por ciento menos GEI que las aves en libertad; y entre el 10 y 18 por ciento menos de las mismas jaulas con la producción en piso de galpón.

En lo que respecta a la cría de pollos de engorde, el sistema convencional también demostró mejores resultados: 16 por ciento menos GEI frente las aves criadas en libertad y 28 por ciento inferior al orgánico. Estas diferencias radicarían en que los sistemas convencionales facilitan un mejor tratamiento de las excretas y aprovechan avances en nutrición que optimizan la asimilación de nutrientes y hacen menos contaminantes los excrementos.

La avicultura genera 600 millones de toneladas de CO2 (400 en pollo y 200 en huevo), la menor de toda actividad ganadera, que se podría reducir con una nutrición más eficiente.

En esta dimensión, Guyonnet observó que la avicultura de precisión ya es un hecho en otras latitudes, por lo cual se hace necesario seguir adaptándola al entorno local para alcanzar más eficiencias, menos gastos (lo que construye sostenibilidad), así como también apostarle a la autogeneración energética (fotovoltaica o biogás).

Sobre la utilización del recurso suelo, señaló que la realidad contradice el imaginario, en especial en la producción de huevos libres de jaula por pastoreo. “Nos pintan prados que rodean un galpón abierto donde caminan las gallinas; al visitar esas granjas, las gallinas no se alejan más de dos o tres metros del galpón y las inmediaciones de este están desprovistas de pastos, suelo que se convierte en lodazal cuando llueve. Mantener 4 metros cuadrados por ave, cuando se sabe que no son utilizados, es un desperdicio”.

Mayores costos

La segunda dimensión de la sostenibilidad es la económica, que abarca tópicos como la productividad, costos, precio/lucro y la demanda del consumidor. Como ya se insinuó, aquí la avicultura convencional ha avanzado mucho por cuenta propia, sobre todo gracias a los logros en genética y nutrición, que permiten niveles de conversión de concentrados para aves en alimentos para consumo humano que se acercan cada vez más —y en virtud de la investigación— al ideal 1 x 1.

Por eso, el huevo y la carne de pollo no solamente son inmejorables alimentos, también son más baratos para el consumidor final que otras proteínas de origen animal. Sin embargo, esos grandes éxitos que indudablemente contribuyen a la anhelada sostenibilidad podrían verse reversados por una creciente tendencia en algunos de los elementos que encontramos en la última dimensión de la sostenibilidad, que es la social.

En este acápite están el bienestar animal, la inocuidad del huevo y la carne de pollo, la salud y seguridad para los trabajadores avícolas, al igual que el aporte de esta agroindustria a la seguridad alimentaria. Sobre tales temáticas, la conferencia de esta reconocida autoridad no deja muy bien parados a los sistemas alternativos de producción avícola.

Respecto a la eficiencia en el aprovechamiento de los insumos (cosechados como se vio con un alto costo ambiental), Guyonnet afirmó que, en huevo, las ponedoras en aviarios comen 4 por ciento más que las que están en jaulas, pero nada comparado con el 8 por ciento de las libres en galpón y el 13 por ciento adicional en las gallinas en free range. Esa mayor ingesta no se ve reflejada en la producción, pues las aves en jaula ponen 5 por ciento más que las de aviario y 7 por ciento más que en pastoreo. Más granos para menos huevos, en más espacio.

El mismo patrón de resultados fue hallado en la producción de carne de pollo. Solamente en el Reino Unido, la ganancia de peso promedio diaria lo demuestra: 47 g/día en el sistema convencional, 34 g/día en las criadas en libertad y menos de 4 g/día en el orgánico (¡94 por ciento menos!). Dicho de otra manera, la conversión de un kilo de alimento en un kilo de pollo vivo es: 1.7 para el pollo en galpón, 2.2 para el libre y 2.6 para orgánico (54 por ciento peor).


¿Bienestar que es malestar?

Los sistemas alternativos de producción avícola basados en una “idea humana” del bienestar animal no solo propician mayor malestar a las aves (lesiones, depredación, parasitismo, enfermedades); también son menos productivos, gastan más recursos (granos, suelos) y generan una huella de carbono mayor con respecto a los sistemas convencionales (baterías de jaulas o jaulas enriquecidas para los huevos; galpones en piso para los pollos). Así podría concluirse, según la evidencia expuesta por Guyonnet, su poca contribución a la sostenibilidad en la agroindustria.

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