Retos para la nutrición avícola difíciles de tragar

Desde la disponibilidad de materia prima hasta el aprovechamiento adecuado de esta, hay mucho en qué ocuparse para seguir haciendo sostenible la agroindustria.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) hace una proyección inquietante sobre la demanda de proteína vegetal en los próximos 12 años. Según el organismo multilateral más prestigioso en temas agrarios, en 2030, la demanda mundial de soya y maíz superará en un 15 por ciento a la oferta de estos mismos granos, que constituyen hoy la materia prima por excelencia de la industria avícola.

Y será así de mantenerse la creciente necesidad de más etanol en los grandes centros productivos y consumidores como Brasil, China y Estados Unidos, lo que explicaría la brecha entre los 450 millones de toneladas que necesitaría el mundo ese año y los apenas 390 millones de toneladas disponibles para entonces. Sería el fin de estos tiempos de una oferta levemente mayor y unos precios relativamente bajos.

La genética de las líneas pesadas y livianas prácticamente fue desarrollada para que estos animales alcancen todo su potencial con una dieta basada en esos granos, además de otra veintena de nutrientes complementarios que son incluidos en las formulaciones. ¿Qué se puede hacer para afrontar este primer gran reto?

Ferry Leenstra, del Centro de Investigación de la Universidad de Wageningen (Holanda), fue reiterativa ante los asistentes del reciente Congreso Nacional Avícola de Colombia: “América Latina y Asia, dos de las regiones que sostendrán el sorprendente crecimiento global que se espera en la producción de carne de pollo y huevo a 2050, no pueden repetir los errores de Europa y Norteamérica”.

Fue una frase que repitió varias veces para distintos aspectos, pero, en este caso, se refería a dejar fuera de la cadena productiva avícola el suministro de maíz y soya. “Esta agroindustria podría volcarse a las harinas de carne y hueso, buscar nuevas fuentes de proteína, como los insectos, o asegurar sus suministros de granos integrándolos a sus cadenas corporativas”.

¿Avicultores como sembradores?

Noticias sobre esa hipotética integración van llegando desde allí donde la producción de cereales y oleaginosas ha alcanzado importantes niveles de eficiencia. Por ejemplo, entre los objetivos de sostenibilidad que se trazó la estadounidense Tyson Foods hace un par de años, estaba producir parte del maíz que necesita en dos millones de acres propios.

Hace poco, la argentina Noelma SA anunció que hará lo mismo en predios adquiridos en la provincia de Entre Ríos. Pero, ¿y el resto de países —casi todos— en los cuales la producción interna de granos es deficitaria y costosa? Juan Felipe Montoya, presidente de Incubadora Santander (Huevos Kikes), la mayor avícola colombiana dedicada a producir huevo de mesa, ve difícil que algo parecido se dé.

“Aquí es complicado, no alcanzamos la productividad de otros países y los cultivadores siguen esperando subvenciones; no vamos a pagar más por una materia prima que llega más barata desde Estados Unidos solamente porque lo producen colombianos. No sería eficiente ni sostenible para el sector avícola”, dijo Montoya, agregando que “en 2030, por TLC (tratado de libre comercio) podría entrar pollo norteamericano sin arancel, pero también el maíz amarillo”.

Gracias al tratado comercial, el fríjol y la harina de soya estadounidenses ingresan sin arancel al mercado colombiano. El aceite crudo lo podrá hacer desde 2021. Quizás por eso el Consejo de Exportadores de Soya de Estados Unidos (USSEC) no pierde oportunidad de afianzar sus lazos con los avicultores latinoamericanos y promete ser uno de sus mejores aliados para apalancar su crecimiento.

El mexicano Gerardo Luna, consultor para América Latina y el Caribe del USSEC, no solamente habla de las bondades nutricionales de la soya proveniente de la primera potencia agrícola mundial. También vende sostenibilidad, que los avicultores de la región pueden certificar en esta materia prima desde su origen.

De cualquier manera, el mensaje es claro: el suministro futuro de materias primas no está asegurado con el actual modelo y profundizar en una mayor integración (independiente del modelo asociativo) parece la mejor opción. El conocimiento mutuo entre cultivadores y avicultores permitirá reducir incertidumbres y evitar recurrentes episodios como los de granos importados a Colombia con micotoxinas, que perdieron la frescura que tal vez pueda garantizar un proveedor más cercano.

Dentro de granjas y plantas

Sea cual fuere la solución para las materias primas en el alimento balanceado de pollos y ponedoras de cara a los próximos 15 años, la uniformidad en la forma, cantidad y composición de estas debe seguir siendo la norma. Es lo que promueve, entre otros, el brasileño Fabio Nunes, consultor en la producción de carne de pollo.

“El tema sanitario causa los mayores problemas de no uniformidad del pollo en las plantas de procesamiento, lo que resta competitividad. Pero también tiene que ver en buena parte con la nutrición, con la calidad uniforme y constante de los alimentos. La nutrición es casi el 75 por ciento de los costos de producción del ave viva, y el ave viva es el 70 por ciento de los costos del faenado”, explicó.

Nunes añadió que una nutrición adecuada “maximiza la capacidad genética del ave, protege su salud intestinal, mejora el estatus sanitario del lote y forma las plumas, la piel, la carne y el hueso con la fortaleza para soportar el proceso de beneficio en planta”. Por lo mismo, antes de ir al sacrificio, las aves debieron ser servidas con una nutrición eficiente y cuidada.

“Yo prefiero hablar de nutrientes más que de ingredientes en la formulación de los alimentos. Es muy importante la diferencia, el matiz, porque eso nos ayuda a optimizar la absorción de nutrientes y mejora la oportunidad en los costos. Lo que no absorbe el ave, no se transforma en huevo o en carne”, opinó, por su parte, el experto mexicano en nutrición aviar Carlos López Coello.

En particular, hizo hincapié en lo que, a su juicio, las formulaciones actuales son demasiado grasas. “Estas aves son omnívoras y en su entorno natural nunca tendrían tanto acceso a lípidos como los que se les da en el alimento. Cada vez se ven más evidencias de hígados grasos o cirrosis en las plantas de proceso. Es algo en lo que tenemos que repensar”.

De todos los costos de producción avícola, el 45 por ciento corresponde a soya más cereal (casi siempre maíz y/o sorgo, como en México, donde se usa también sorgo sin taninos condensados). El 29 por ciento del costo es por la soya y el 16 por ciento, el cereal. La soya es el 20 por ciento de los costos de la producción aviar y aporta el 70 por ciento de la proteína y el 73 por ciento de la lisina.

Para López Coello, los ingredientes utilizados en la avicultura comercial para las formulaciones se pueden dividir en tres grupos. El primero es el ‘de poca variación’, conformado por metionina, lisina, treonina, calcio, fósforo, sal y colina. Entre los ‘de apoyo’ se encuentran: anticoccidianos (el único que consume el ave y no los hombres), pigmentos, paredes celulares, antioxidantes, enzimas, ácidos orgánicos, extractos de aceites y emulsificantes. Finalmente, ubica a los ‘importantes’, como el sorgo/maíz, soya, aceite/grasa, canola, harina de carne, vitaminas y minerales.

“En estos insumos, principalmente los granos, se nos olvida tener las mismas precauciones como las que tenemos con el agua, por ejemplo. Usamos unos silos para almacenarlos en los cuales terminamos mezclando cargamentos, sometidos a temperaturas ambiente fuertes, a veces pintados de color oscuro y sin limpieza o mantenimiento en varios meses. Todo eso hace que lo que compramos no termine siendo lo mismo que usamos”, destacó.

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