Avícolas: no dejemos que otros ‘mal cuenten’ el cuento

Avícolas: no dejemos que otros ‘mal cuenten’ el cuento

(Jira | Rawpixel.com)

La avicultura comercial debe elevar la voz para que su verdad sea parte del relato pospandemia, que sectores interesados parecen estar construyendo a su peligrosa conveniencia.

Hace una semana escribía aquí que en medio de esta crisis mundial la industria alimenticia, en general, y la avícola, en particular, están respondiendo a las necesidades del mundo, manteniendo en lo posible su producción ante el gran respaldo que les da ser consideradas en todas partes como actividades esenciales.

Incluso celebraba la que ingenuamente creía nula actividad de los detractores habituales, representados por el cabildeo vegano, naturista y animalista, principalmente. En una coincidencia irónica, creo que poco faltó en ser publicado ese contenido para que empezara a aparecer de nuevo aquella misma propaganda mal intencionada.

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Y si bien es la misma, por la actual coyuntura viene atada a matices preocupantes por la bajeza de los ataques y por su acogida acrítica en una parte de los grandes medios de comunicación y hasta de ciertas instancias gubernamentales.

Esta semana pude leer las declaraciones de un “prestigioso e imparcial científico” alertando sobre la inminencia de un nuevo virus que saldría de las grandes explotaciones avícolas y que “podría matar a la mitad de la población mundial”. Semejante exabrupto estaría sustentado en la resistencia microbiana a los antibióticos.

Con saber que los virus no se atacan con antibióticos bastaría para que tales afirmaciones no subieran a los titulares, como también recordar que brotes como los de la influenza aviar y sus ocasionales casos de zoonosis, cuando se dan vinculadas a explotaciones avícolas, se presentan en granjas con bajos estándares de bioseguridad y con sistemas alternativos de producción que permiten la interacción de aves silvestres con las comerciales.

Es decir, esos virus no salen de esas granjas avícolas, más bien llegan allí precisamente por no tratarse de instalaciones que puedan catalogarse como bioseguras, intensivas ni profesionalizadas. El problema no sería la avicultura como la practicamos, sino más bien la ausencia de ella.

Ahora leo con preocupación las motivaciones de la reciente vinculación de los CEO de Pilgrim’s Pride y Claxton, dos de las principales productoras de pollo en Estados Unidos, con una investigación de colusión por hechos comerciales vividos entre 2012 y 2017. Está bien que se investigue y que se llegue a la verdad. Lo que molesta es el tono ideológico en que se hacen tales anuncios.

Esto dijeron funcionarios de la División Antimonopolio del Departamento de Justicia de Estados Unidos: “Particularmente en tiempos de crisis global, la división sigue comprometida con el enjuiciamiento de delitos destinados a elevar los precios que los estadounidenses pagan por los alimentos”.

El Negociado Federal de Investigaciones (FBI) afirmó que “no se esperará mientras las personas intentan llenarse los bolsillos mientras los trabajadores estadounidenses y los dueños de restaurantes intentan poner comida en sus mesas”. ¿Hace falta tanta demagogia? ¿Es el momento para señalar indirectamente a un sector estratégico por situaciones de otro tiempo, externas a su misión social?

Ante esto, bien vale la pena pronunciamientos más decididos del sector, pues en estos tiempos no es suficiente con tener la razón; lo que cuenta es movilizar la emoción para no perder, de nuevo, la batalla por las ideas y las decisiones políticas, esta vez de cara al futuro pospandemia.

Hay que hacer visibles nuestro enorme esfuerzo y decidido aporte a la superación de este duro trance. No faltará quien los quiera ningunear o disfrazar como parte de la crisis.

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