COVID-19 y el sambenito ambiental del negocio cárnico

COVID-19 y el sambenito ambiental del negocio cárnico

(Kira_Yan | Bigstock)

La virtual parálisis de muchas actividades económicas y la persistencia de otras (entre ellas la nuestra) podría arrojar al final una valiosa verdad para entender quién es quién para el cambio climático.

Un enorme beneficio colateral para la reputación del negocio cárnico se está conociendo con el pasar de las semanas. Más de dos terceras partes de la humanidad han parado, menos las cadenas de producción de alimentos en todos los países y, entre estas, las de proteína animal en las cuales se inscribe la avicultura comercial.

Esto ha traído una indudable y celebrada recuperación de la salud medio ambiental, al igual que una oportunidad de oro para demostrar de manera irrefutable cuál es el tamaño del supuesto pecado ambiental que desde poderosos sectores como el lobby verde y la misma ONU se le ha endilgado históricamente a toda la actividad pecuaria comercial.

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La parálisis económica en la llamada fábrica del mundo, China, hizo que millones de toneladas de gas carbónico y otros contaminantes dejaran de ser emitidos a la atmósfera. Igual viene pasando en más de 120 países, de los 191 que al momento de escribir este comentario habían reportado por lo menos un caso de coronavirus.

En este inventario también hay que tener en cuenta las trabas al transporte alimentado por combustibles fósiles, empezando por la aviación comercial y siguiendo con el transporte terrestre individual. Monitoreos globales arrojan caídas drásticas en la contaminación del aire. En este punto vale señalar que, al necesitarse menos gasolina para aviones, los precios del maíz amarillo duro bajaron por ser la materia prima del etanol; otro plus para el negocio cárnico mundial.

Faltan todavía varias semanas (y algunos expertos se atreven a decir que meses) para acabar con la actual emergencia sanitaria, circunstancia que ayudará a que las conclusiones que preliminarmente se conocen sean todavía más claras y contundentes.

Todo parece indicar que se tomará en serio aquello que reconocidos estudiosos vienen diciendo: la actividad pecuaria solamente hacer recircular el carbono ya existente en el medio ambiente, y son los combustibles fósiles los que en realidad incrementan esos números por quemar un reservorio que yacía bajo tierra.

Si la meta a 2050 es bajar de 51 a 13 gigatoneladas de carbono emitidas a la atmósfera, quedaría más que claro en dónde se deben concentrar los esfuerzos. Hoy, toda la industria cárnica “genera” 7.5 gigatoneladas anuales y, dentro de 30 años, con las actuales tecnologías, “subiría” a 10. 5 gigatoneladas.


Cacareo: Se debe añadir en el listado de verdades develadas por el COVID-19, el enorme riesgo sanitario comprobado que representa el consumo masivo de proteínas alternativas y silvestres, sin la trazabilidad e inocuidad que hoy garantizamos.

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