Crónica “certificada” de un malentendido por bienestar

Crónica “certificada” de un malentendido por bienestar

(Manu Mohan | Freeimages.com)

Un curioso episodio dejó en claro lo mucho que falta por entender en el gremio avícola qué es, cómo, para qué y quién certifica en bienestar animal.

Como sucede con otros temas y gracias a los contactos construidos a lo largo de años informando sobre avicultura regional, el mes pasado fuimos los primeros en publicar una de tantas noticias: la primera certificación en bienestar animal otorgada por uno de los pocos entes certificadores internacionales que operan en América Latina, a una empresa avícola, en un país X.

La que sería una información relevante y positiva se convirtió en motivo de un amargo contrapunteo que involucró a competidores de la firma certificada, funcionarios del organismo oficial que hace control y promoción del sector agropecuario, además de colegas periodistas de otros medios especializados en esta agroindustria y que indirectamente contribuyeron al malentendido.

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¿Qué pasó? En ese país X, hace dos años, otra compañía avícola se había certificado, pero con otra organización. Los representantes de esa empresa pionera “montaron en cólera” porque entendieron algo que jamás se dijo: que la nueva certificación era la primera de todas en esa nación, cuando lo que se informó fue que era la primera allí de ese ente certificador en específico.

Otros portales recogieron la información, pero agregaron elementos inverosímiles. Unos afirmaban explícitamente lo que entendieron los ofendidos y otros fueron más allá al publicar que la avícola certificada era la primera en producir huevos libres de jaula en el país X, y que el sello recibido lo comprobaba. Todo un exabrupto, pues en ese mercado el 50 por ciento de la producción de huevos es en piso, con 78 por ciento de las instalaciones bajo esa modalidad.

El malestar escaló hasta el ya señalado ente gubernamental, en el que algunos de sus funcionarios se quejaron ante los primeros certificados por entender que habían mentido, que no habían sido los primeros en certificarse en bienestar animal. Todo un novelón. Según me han explicado mis fuentes, las cosas parecen estar aclaradas. Conmigo, desde el día 1.

Quedan, eso sí, algunas lecciones, como que los expertos oficiales no saben distinguir de un ente certificador a otro (igual, no existe norma como para que se motiven a saber más al respecto). El proceso certificador en bienestar animal es algo tan exótico todavía que confundirse es demasiado fácil para todas las partes, incluido (y sobre todo) el periodismo agropecuario.

Ah, y que estas certificaciones en sí son más que nada pruebas de ventajas mercadotécnicas que se defienden con una vehemencia inesperada, creyendo que el primero que pega, pega dos veces.


Cacareo: Es mejor hablar en esta ocasión de un país X, pues me interesa más difundir moralejas que dar pie a nuevas e inútiles polémicas. Una cuestión de bienestar humano.

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