El lío de las aves muertas en la producción avícola

El lío de las aves muertas en la producción avícola

(Jon Ng | Freeimages.com)

No toda muerte de una ponedora o de un pollo de engorde en granja es fruto de una enfermedad contagiosa, pero puede ser. ¿Cómo responder ante lo incierto?

Son muy populares en las redes y el mundo digital los escalafones tipo “10 recomendaciones” o las “5 claves” de cualquier cosa. Hace poco leí uno muy bien intencionado sobre bioseguridad avícola, que en alguno de sus puntos hablaba sobre la eliminación de las aves muertas.

“Cada vez que se presenten evidencias y signos clínicos de enfermedad inexplicable o exista mortalidad de etiología desconocida, se deben realizar necropsias, aislamientos microbiológicos, pruebas serológicas y/o diagnósticos histopatológicos de las aves, siempre a la cabeza del médico veterinario responsable de la granja”.

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Un consejo sabio, la verdad, pero en la práctica es de difícil aplicación. Todo veterinario avícola sabe que un diagnóstico de laboratorio puede tardar de 8 a 15 días, tiempo más que suficiente para que toda una parvada se malogre. La necesidad de una rápida respuesta preventiva hace que se caiga en excesos o errores, como abusar de los antibióticos, por ejemplo.

El 20 por ciento de todos los animales criados para consumo humano mueren antes de ser sacrificados, una buena parte de ellos por enfermedades, cuando no por mala manipulación, estampidas, canibalismos, accidentes, etc. Un porcentaje nada despreciable; por eso el afán de soluciones urgentes y eficaces.

¿Cómo saber si se está ante una muerte por enfermedad? ¿Y de qué tipo? ¿Bacteriana, parasitaria, virulenta? Los antibióticos funcionan para la primera, algunas veces en la segunda (coccidiosis) y no sirven de nada para la tercera. ¿Qué hacemos entonces?

Mientras los resultados de laboratorio sigan siendo relativamente complicados, costosos y lentos ante la progresión geométrica de un potencial contagio, el “buen ojo” del especialista sigue siendo la barrera más confiable.

Algunos románticos dirán que es un rescoldo para la artesanía, la intuición capacitada, y sí, vale; pero a la luz de un mundo agropecuario marcado por lo tecnológico y que habla ya de analítica de datos como el presente/futuro, la verdad es que eso suena a un peligroso anacronismo.

Crear métodos portátiles y rápidos de detección (algún tipo de reactivo, qué se yo) debe ser un gran objetivo para las casas de farmacéutica veterinaria. En tanto, la detección temprana ayuda y mucho. Hace poco supe de unos drones que sobrevuelan verdaderas ciudadelas con millones de ponedoras en una megagranja en China, de propiedad de un emporio tailandés.

Su principal misión: detectar aves muertas y disparar la alarma. Ojalá que más ayudas vengan volando también.

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