¿La PPA le estará pegando también a Venezuela?

¿La PPA le estará pegando también a Venezuela?

(RGtimeline | iStockPhoto.com)

Nos libre el destino de que esta enfermedad llegue a América o peor aún, que empiece por esa desgraciada nación hermana. Solo es un juego hipotético que explicaría el estancamiento de la crisis venezolana, que también afecta al negocio avícola regional.

“Piensa mal y acertarás”, dice un aforismo periodístico que rara vez falla, aunque para acertar no basta con imaginar lo peor, también se deben analizar datos y circunstancias antes de exponer una ‘hipótesis malpensada’, como la de mi comentario de esta semana: la irresolución de la crisis en Venezuela pasa por el estómago del consumidor chino.

Empecemos por el comienzo. El voraz brote de peste porcina africana (PPA) en China se destapó en agosto del año pasado, pero el impacto real de la epidemia en el mercado global de la carne se empezó a dimensionar en el primer trimestre de este año y se especula que el verdadero remezón se sentirá finalizando 2019 o empezando 2020, cuando se acaben los inventarios asiáticos de carne congelada.

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Estamos en un estado regional de excitación, como frotándonos las manos ante una inminente bonanza en los precios generales de la carne, seamos países exportadores o no. ¿Qué ha pasado paralelamente con la crisis humanitaria venezolana? Casi nada, pese a todo lo que se prometía al cierre de 2018 y comienzos de año.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estaba listo para desenvainar su incontestable poder militar y pidió opinión al vecindario. Pese a que Colombia y Brasil, los dos vecinos más golpeados por dicha inestabilidad, eligieron presidentes con discursos fuertes contra la dictadura venezolana, ninguno de los dos se atrevió a respaldar los planes gringos.

Se formó un grupo de países que se reunieron en Lima para tratar la tragedia venezolana. Aparte de los llamados a la democracia y la estabilización, allí tampoco se avaló la intervención militar directa. Esta semana se volvieron a reunir los representantes de esos 60 países, incluidos casi todos los latinoamericanos; esta vez apenas asistieron nueve cancilleres.

De la vehemencia en el lenguaje, se pasó en pocos meses a la inactividad y —me duele tener que reconocerlo— a la indiferencia política. Ya la solidaridad mostrada con los refugiados venezolanos está trocando en amagos de xenofobia y trabas migratorias. En cambio, en lo que sí se muestran ahora muy activos nuestros gobiernos es en buscar cómo vender a los chinos las carnes que nos podrían sobrar, incluida la de pollo.

Delegaciones de inspectores chinos fueron bienvenidas hace unas semanas en Brasil y Argentina (otro país sobre el papel anti-chavista) con el objetivo de habilitar más frigoríficos exportadores. Colombia los recibió para su producción porcícola y su presidente Iván Duque hasta desdijo de su discurso anticomunista llevándole la semana pasada una enorme corona floral al mausoleo de Mao Zedong, en Pekín.

Todos esos mandatarios quieren que los agroindustriales de sus países aprovechen la oportunidad que se pinta inmejorable, pues es conocido que tales empresarios constituyen buena parte de su base política, siendo prototípico el caso brasileño con Jair Bolsonaro.

Entonces, presionar con malas maneras al tiránico gobierno venezolano, amigo geopolítico de China en Suramérica, parece no ser algo muy bueno para los negocios de la carne.

¿Esto será así inclusive para Estados Unidos? Un faltante de 10 millones de toneladas de carne en los anaqueles chinos, según los cálculos más conservadores, nos tiene en vilo.

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