No existe ni el pollo ni el huevo natural

Ni pollos, ni gallinas, ni maíz, ni soya, ni la tierra, ni nada es como lo que había en el idílico antes.

Parafraseando a Jordi Luque, que escribió un muy buen comentario editorial en El País el 5 de septiembre: ni el pollo y ni el huevo natural existen, es sólo un reclamo para vender más. Y engañarnos a nosotros mismos.

Grupos y personas van en busca de alimentos naturales, sin procesamiento, sin productos químicos, sin modificaciones genéticas, huevos de gallinas sin jaulas, pollos de lento crecimiento, pollos orgánicos y un largo etcétera.

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Sin embargo, toda la vida el ser humano ha procesado los alimentos. Aunque sean de productos “naturales”, una mermelada, un pan o un plato de arroz han sufrido un proceso. Y cuando nuestros antecesores agregaban vinagre para conservar, agregaba un producto químico: el ácido acético.

Por otro lado, desde que el ser humano dejó de ser nómada y nació la agricultura, empezó a seleccionar plantas y animales con las mejores características. Ahí se inició la modificación genética y la manipulación. Todo lo hemos modificado, como dice Luque.

La semana pasada vi en una presentación, una diapositiva muy vista de cortes transversales de pollos de la década de los 50, de los 70 y de la primera década de este siglo. Impresionante desarrollo de la producción de carne, en especial la pechuga. Sin duda son otros animales diferentes a los de hace medio siglo.

Entonces, si criamos los pollos que tenemos ahora de forma “natural”, ¿serán de verdad pollos naturales? ¿O serán más naturales que los otros los huevos de gallinas libres de jaulas alimentadas con soya y maíz “sin modificaciones genéticas”?

Ni pollos, ni gallinas, ni maíz, ni soya, ni la tierra, ni nada es como lo que había en el idílico antes. La industria avícola debe concentrar sus fuerzas en producir animales bien, de manera eficiente y sin maltratos, que rindan productos de buena calidad, inocuos y sin afectar al medio ambiente. La industria avícola debe participarle al consumidor lo que hace y enseñarle lo que realmente vale la pena.

No nos engañemos, dice Luque en su artículo, si “cuando salimos a recolectar comida no vamos al bosque, vamos al súper”. “Lo natural no existe, es sólo un eufemismo para suavizar que cada vez estamos más alejados, precisamente, de la Naturaleza”. ¿Ustedes qué piensan?

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