Operarios de faena avícola, no obreros de construcción

Operarios de faena avícola, no obreros de construcción

(roibu | Bigstockphoto.com)

En la dotación entregada al personal en las plantas de sacrificio se podría estar pagando de más por implementos que quizás no reúnen las especificaciones necesarias.

En el negocio avícola latinoamericano hay empresas de toda laya y condiciones laborales igual de variables. Luego de conocer procesos en distintas instalaciones, en especial, en las plantas de faenado, esas diferencias no solamente se antojan pintorescas: también podrían significar costos excesivos que no se estarían corrigiendo.

¿A qué me refiero en específico? La dotación utilizada en varios de estos recintos no pocas veces termina siendo excesiva o deficitaria en sus especificaciones al no responder a las condiciones de riesgo y de ruido existentes. Los ejemplos más dicientes estarían en los cascos y protectores auditivos.

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Cascos de construcción y orejeras tipo 3M (como de controlador aéreo) no hacen falta en plantas de faenado como las nuestras, con relativamente pocos procesos automatizados, pocos materiales o movimiento de estos a nivel de o sobre las cabezas, y estándares de ruido menos problemáticos.

Todo lo anterior ameritaría adquirir implementos menos complicados y costosos, más ergonómicos y útiles. Las gorras o cascos livianos tipo “bump cap” cuestan menos de la mitad de un casco de construcción y cumplen con lo que se necesita. Con los tapones de oído industriales sucede lo mismo, aunque la diferencia en costos puede ser hasta del 800 por ciento frente a aquella excesiva opción tantas veces vista y ya mencionada.

Tal vez sí faltaría invertir un poco más en la dotación de más botas de trabajo con puntas de acero y suelas verdaderamente antideslizantes. También en guantes que sean más resistentes, con palmas y dedos que garanticen un agarre firme y no se rasguen diariamente. Valen un poco más, pero mucho menos que estar cambiando tres o cinco de los otros en cada jornada.

La tradición de los uniformes de tela burda y gruesa también podría revisarse. Sería más económico, confortable y hasta higiénico permitir que el empleado use su propia indumentaria y se le entregarían implementos a usar sobre ella que, sin ser desechables de un solo uso, sí podrían tener una vigencia limitada y costos mucho más favorables.

En el mercado están las opciones; basta revisar qué se necesita en verdad para nuestras instalaciones, aunque sin olvidar qué exige la legislación laboral, pues en nuestros países esta tiene la extraña costumbre de resultar más papista que el Papa.

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