Productores de pollo: ¿armando la fiesta para otros?

Productores de pollo: ¿armando la fiesta para otros?

Jakub Kapusnak | Rawpixel.com

Curiosa ironía que los avicultores sufran por insumos, sobreoferta, precios congelados o a la baja, y otros amasen fortunas vendiendo pollo preparado.

En esta resaca post-mundialista, no me puedo contener de empezar acudiendo a una figura futbolera: el equipo de los avicultores en nuestra región sigue sufriendo en el mediocampo por haberse desentendido de las puntas.

Vamos a poner el balón en la cancha y a tocarlo poco a poco para tratar de anotar. El mediocampo tiene que ver con todo lo que hace un avicultor para que en 45 días pueda ofrecer un pollo listo para ser procesado, empacado y vendido al por mayor o al detal.

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En eso la queja de extremo a extremo (perdonen tanta jerga balompédica) del continente es generalizada: los insumos son inciertos (con granos casi siempre importados, a veces caros, a veces baratos por contingentes o aranceles; ni las avícolas en los países exportadores de soya y maíz se salvan), otros costos al alza (energía, transporte, sueldos, vacunas), y los precios propios deprimidos por sobreproducción.

Las puntas son los extremos de la cadena de producción y comercialización, a los cuales casi todas las firmas avícolas productoras de carne de pollo renunciaron por genuina y —a mi juicio— cuestionable convicción. Ya me he referido en varias ocasiones a una de esas puntas: la generación y acceso al alimento de las aves.

Además de depender del vaivén de granos importados, poco se hace por lograr fuentes alternativas y cercanas de alimentos. Se nos olvidó que gallinas y pollos son oriundos de Asia y sobrevivieron milenios sin maíz, digo yo.

Desperdiciamos como sociedad millones de toneladas en alimentos que, en el mejor de los casos, se aprovechan en una mínima proporción para compost en los rellenos sanitarios. ¿Qué tal emprender un proyecto de suministro basado en contenedores de alimentos desechados y no podridos que sirvan para hacer concentrado? Una actualización a lo grande del método de nuestras abuelas campechanas.

¿Y qué tal harina proteica de especies invasoras, de plagas cuasibíblicas que medran en nuestros ríos y campos? Bueno, creo que está clara la idea, ahora atendamos la otra punta: el valor agregado final de la carne de pollo. El domingo pasado, decenas de miles de restauranteros vendieron en Perú el 30 por ciento de sus ventas anuales gracias al pollo a la brasa.

Es el caso extático, pero son bien sabidas las pingües ganancias que deja la comercialización de preparaciones basadas en pollo. Los asaderos o restaurantes de apanados no suelen dar abasto, conforman una categoría muy dinámica; ni qué decir de las ventas de sabrosas alitas de pollo, no hay semana que no abra una en nuestros comercios.

¿Qué tal conseguir socios en los extremos, lo que nos falta de la cadena? El pollo crudo es saludable, necesario y maravilloso, pero aceptémoslo, no se le saca tanto gusto.

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