Coriza infecciosa: una enfermedad reemergente

Difícil de diagnosticar y concurrente con otros patógenos, la coriza infecciosa continúa causando estragos en la avicultura comercial. Aprenda a controlarla con estas recomendaciones.

La coriza infecciosa existe desde hace muchos años en la avicultura comercial. Nunca ha desaparecido. A medida que aumenta la densidad avícola, permanece en el medio ambiente. Es una enfermedad endémica que se da generalmente en países de clima templado, tropicales y subtropicales.

En Latinoamérica hay países del Caribe —como República Dominicana—, Centroamérica y Suramérica —como Ecuador, Colombia o Perú— donde los brotes de coriza infecciosa no son una enfermedad exótica. Incluso en Argentina, el Dr. Horacio Raúl Terzolo (miembro del Salón de la Fama de la Avicultura Latinoamericana) realizó muchas investigaciones sobre esta enfermedad. También el Dr. Edgardo Soriano en México ha notificado problemas serios en su país y otras latitudes.

Hoy en día “se considera la coriza como una enfermedad emergente debido a brotes en lugares donde no debería existir, como en países fríos del norte de Europa, como es Holanda, o en Rusia y Ucrania”, señaló el Dr. Aris Malo, consultor privado.

De esta forma, los productores se acostumbran a vivir con ella e implementan programas de control con vacunas inactivadas. Sin embargo, para el Dr. Rafael Fernández, de Avian Veterinary Enterprise Service, LLC (AVES), “los casos que aparecen en el campo se minimizan con el control de otras entidades respiratorias que interactúan con el Avibacterium paragallinarum, como micoplasmas, virus de bronquitis infecciosa, enfermedad de Newcastle, Gallibacterium anatis y el metapneumovirus, pero siempre ha estado presente”.

Factores predisponentes

Hay una serie de factores que interactúan para la reemergencia de la coraza infecciosa. No solo la mayor densidad de aves, como decíamos al principio, “sino que, a diferencia de las granjas de reproductoras que son todo adentro/todo afuera, las de ponedoras comerciales siempre son de múltiples edades, nunca están vacías”, comentó Fernández. Con esto se refiere a que los agentes infecciosos recirculan y además es probable que los mismos productores hayan disminuido las medidas de bioseguridad, que convertidas en rutina no se siguen al pie de la letra.

Las gallinas ponedoras son en especial las de mayor predisposición a la coriza infecciosa, aunque también se ven afectados los pollos de engorde y las reproductoras. Las gallinas de postura son el foco principal y quedan como portadoras de la bacteria y diseminan la bacteria a otras aves cercanas por estar más tiempo en producción. “Lamentablemente, las condiciones sanitarias en algunas granjas no son las ideales. He visto granjas de ponedoras al lado de granjas de pollos, lo cual contribuye a la diseminación del problema”, señaló Malo.

Las cepas del Avibacterium paragallinarum pueden clasificarse en tres serotipos: A, B y C. La importancia de dichos grupos es que representan inmunotipos. Dentro de los tipos A y C hay cuatro subgrupos o serovares (1, 2, 3 o 4). Hasta el momento, el B solo tiene 1, aunque es factible que existan más. El problema es también la posible presencia de cepas variantes, que se escapan de la protección conferida por las vacunas. Por ejemplo, dentro del grupo B se han identificado cepas que no se comportan 100% como el serotipo B clásico. “Presentan serológicamente cierta reacción cruzada, pero no es clara y definida”, añadió el consultor privado.

La vacuna clásica del tipo B no protege bien contra ese tipo de cepas divergentes. Por eso surgieron las vacunas con variantes del tipo B en su formulación. Lo que es un hecho es que, cuando se incluye la cepa variante en la vacuna, las aves quedan mejor protegidas. Se han realizado también estudios en ese sentido con cepas del serotipo C.

Así luce una ponedora comercial con “ojos durmientes”, uno de los síntomas de coriza infecciosa. (Cortesía del Dr. Rafael Fernández)

El problema del diagnóstico

Otro problema que hay en Latinoamérica es de diagnóstico. En muchas ocasiones no se cuenta con un laboratorio acondicionado para diagnosticar adecuadamente la coriza y además los signos clínicos se parecen a los de otras enfermedades, como micoplasma o metapneumovirus aviar.

Es muy importante definir que sí sea coriza (conseguir aislar el Avibacterium paragallinarum y luego conservarlo). Además del ojo clínico y de un buen laboratorio, “diagnosticar es un arte”, consideró Malo.

Otro aspecto importante es que este agente infeccioso no viene solo. “El A. paragallinarum necesita la vida de otros. Para aislar la bacteria en el laboratorio, tenemos que conseguir animales que apenas hayan comenzado la enfermedad, pues luego de cuatro o cinco días ya no lo conseguiremos, porque hay agentes contaminantes secundarios”, explicó Fernández, y el exceso de pus lo hace más complicado.

Al resurgir esta enfermedad, se ha despertado el interés de muchos otros laboratorios en Europa, como el de GD Animal Health, en Deventer, Holanda, donde se hacen trabajos de investigación y se prueban nuevas técnicas de diagnóstico tipo PCR (reacción en cadena de la polimerasa) con la esperanza de poder no solo identificar el agente infeccioso, sino también tipificar las cepas.

De ser posible, Malo recomienda hacer la bacteriología clásica. Si no, hacer por lo menos la prueba de PCR para definir si ha habido presencia de A. paragallinarum. El PCR convencional solo establece la presencia o ausencia de la bacteria, pero no define el tipo. No recomienda hacer serología para coriza porque no se pueden hacer pruebas rápidas ni hay kits de ELISA (ensayo por inmunoabsorción ligado a enzimas) comerciales.

Mortalidad y pérdidas económicas

La mortalidad es algo relativo, pues normalmente la coriza infecciosa no la causa. “Lo que ocasiona son depresiones serias y pérdidas económicas muy grandes, de hasta un 30% o 40% de la producción, porque las aves realmente se deprimen y reducen el consumo de alimento”, sostuvo Malo. Como consecuencia, hay una caída muy fuerte de la postura que luego tarda en recuperarse entre dos y tres meses. Es una pérdida enorme de dinero.

Cuando la coriza infecciosa se complica con infecciones secundarias, como de Ornithobacterium rinotracheale o el Gallibacterium anatis, sí puede haber mortalidad por el cuadro combinado.

“Cuando se establece la enfermedad en un plantel avícola y hay una pérdida dramática de la producción, tenemos que recurrir a la medicación, que no va a ser básicamente en contra del Avibacterium paragallinarum, sino contra la flora asociada, especialmente otras bacterias como la Escherichia coli, que puedan estar presentes”, comentó Fernández.

“El tratamiento debe ser simultáneo, es decir, en el agua de bebida y en el alimento e inyectar individualmente aquellas aves más afectadas”, añadió.

Vacunación y erradicación

Las gallinas se vuelven portadoras y las aves silvestres pueden transportar la bacteria de una granja a otra sin enfermarse, por lo que es muy difícil erradicar esta enfermedad. Incluso en países europeos, donde hay un control más estricto de las granjas por el clima —por las casetas cerradas—, hay problemas serios de coriza.

Aunque hay bacterinas de muy buena calidad y eficacia, no llegan a cubrir al 100%. Hay variación entre la protección que se obtiene contra los tipos A, B o C. El A es el más fácil de controlar con vacunas, mientras que el B y el C son más difíciles. “Esto contribuye a que se escape por algún lado la bacteria”, señaló Malo.

En general, hay tres tipos de vacuna:

  1. Vacunas de hidróxido de aluminio: menos reactivas desde la primera aplicación, pero de buena protección.
  2. Vacunas oleosas: se consideran de mejor eficacia, pero si no se aplican adecuadamente, pueden dar una reacción más fuerte en el lugar de inyección, no así si se administran bien subcutáneamente en la parte baja del cuello.
  3. Vacunas en saponina: no dan mucha reacción ni una buena protección después de la primera aplicación, por lo que se dan dos aplicaciones.

Los programas clásicos de vacunación en ponedoras incluyen dos aplicaciones. La primera, entre la sexta y octava semana de edad y la segunda, de 12 a 14 semanas de edad, con un intervalo de cuatro a ocho semanas entre ambas aplicaciones, aunque siempre se recomienda que la segunda aplicación sea cuatro semanas antes de que comience la postura.

También se pueden vacunar los pollos entre los 10 y los 14 días de edad para una mejor eficacia, en función del producto.

“Lo importante con la vacuna de coriza infecciosa es conocer qué serotipos están presentes en el medio ambiente y aplicar la vacuna bien”, destacó Fernández.

Polla en levante con sintomatología respiratoria (Cortesía del Dr. Rafael Fernández)

Bioseguridad para prevenir

La bioseguridad es la mejor medida de prevención. “Lo conveniente es prevenir y administrar una buena vacuna multivalente”, explicó Malo. Por su parte, Fernández apoyó esta postura diciendo que “la prevención es lo más importante. No podemos depender solamente de la vacuna —aunque es importante— y no puede desaparecer de los programas de aves de ciclo largo”.

La bioseguridad implica no solamente tomarse baños, sino además el control de roedores, la eliminación de la suciedad de las granjas, mantener todas las medidas básicas y tratar, en la medida de lo posible, de no tener granjas con muchas edades.

Recomendaciones para el avicultor

Para hacer frente a esta enfermedad emergente, Malo recomienda no bajar la guardia en cuanto a la bioseguridad. La buena bioseguridad evita problemas. Recordemos que la coriza sola es una cosa, pero cuando se combina con otros patógenos de enfermedades respiratorias es peor. “En este caso, 1 + 1 es 3, suma más de lo que debe”.

Si se opta por vacunar, se deben utilizar vacunas que contengan los inmunotipos presentes en el campo. “No hay que dejar de dar vacunas trivalentes porque nunca se sabe si se tienen A, B o C. Con una trivalente, se cubre mejor que con una monovalente o una bivalente, que todavía existen”.

Por su parte, Fernández recomienda “que se debe trabajar en conjunto para prevenir la introducción de la enfermedad en los planteles. No solamente el productor, sino técnicos u operarios de las granjas. Tiene que ser un equipo multidisciplinario”.

La coriza infecciosa es una enfermedad igual que otras enfermedades respiratorias que no podemos descuidar. “Nos descuidamos y olvidamos las anteriores, pero siempre ha estado presente. Le hemos dado oportunidad para que vuelva a expresar sus signos clínicos”.

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