Males emergentes y enfoque preventivo en bioseguridad avícola

Familias virales “olvidadas” estarían mostrando un renovado poderío infeccioso, en tanto que algunas enfermedades del pasado siguen acechantes ante cualquier descuido sanitario.

El experto inmunólogo y virólogo Óscar Robín fue uno de los conferencistas más destacados del XVII Evento Técnico Avicultura Costa Atlántica, celebrado en julio de este año en la ciudad colombiana de Barranquilla. El director científico de Animed, reconocido laboratorio de diagnóstico e investigación, disertó sobre el llamado síndrome del pollo pálido y la proventriculitis infecciosa, a las que calificó como enfermedades emergentes en la avicultura.

A este importante certamen asistió Industria Avícola por una cordial invitación del capítulo caribeño de la gremial Federación Nacional de Avicultores de Colombia (Fenavi), liderada por el empresario avícola de la región Álvaro Cotes, presidente de junta directiva seccional y miembro de la junta nacional.

Síndrome del pollo pálido

Respecto al síndrome del pollo pálido, Robín señaló que su prevalencia viene aumentando en la región, luego de haberse observado de manera reiterada en Canadá, Brasil, Polonia y Estados Unidos. Fue reconocido este síndrome en 1990, pero solamente hasta el 2009 se pudo asociar a una familia de microorganismos, los astrovirus, “aunque es multifactorial”.

“Puede detectarse con observación clínica, histopatología y PRC (pruebas de proteína reactiva). Se percibe desde la incubadora y en los pollitos recién nacidos, pues su transmisión es principalmente vertical, desde las reproductoras”, explicó el experto, señalando el impacto en la productividad.

“Las bajas en la producción de las reproductoras infectadas son del 14%, se disminuye la incubabilidad de sus huevos hasta el 20%, aunque externamente no se observan signos en los lotes afectados. Los nacimientos también se demoran hasta cuatro días más, llegando a 25 días, y se dan muchos picados no nacidos”, destacó.

Se presenta una importante mortalidad embrionaria en la parte intermedia de la incubación, agregó. Al analizar estos fetos malogrados, se observan lesiones en hígado, riñones, páncreas y en el tracto reproductivo. “Se destaca la vesícula alargada y la bilis transparente”, puntualizó.

Francisco Perota habló de viejas enfermedades que se resisten a abandonar la avicultura comercial. (Cortesía de Fenavi Costa Atlántica, en Colombia)

Con la parte del lote de huevos fértiles que llegan a eclosionar, en virtud del mencionado síndrome se encuentran dos clases de pollitos. Unos con grave afectación por el astrovirus que muestran un abdomen abultado, excesiva debilidad, menor peso corporal en relación con otros hermanos y edemas subcutáneos. Aquellos que presentan un aspecto y comportamiento normales, si bien no son descartados, comparten con sus hermanos afectados una pobre coloración y un plumaje crespo bastante pálido, que en distintos grados pueden llegar al color blanco. “Esta enfermedad causa decoloración al afectar el metabolismo y síntesis de la melanina”.

Adicionalmente, Robín explicó que en estas aves “no se absorben de manera adecuada los carotenoides por la lesión en el intestino y se da una ausencia parcial o total del pigmento. También es claro que esos pollos tienen un deterioro visual, son fotofóbicos y tienden a buscar los sectores más oscuros del galpón”.

No obstante, pueden tener parámetros de desempeño dentro de los rangos de productividad esperada, aunque con episodios ocasionales de cojeras y diarreas suaves. “Estos pollos, con el adecuado acompañamiento y las medidas adecuadas de bioseguridad, terminan eliminando el virus entre 25 y 38 días”. La afectación es sensiblemente menor en las reproductoras infectadas.

“Se presenta en gallinas que han gozado de excelente bioseguridad en el levante, alrededor de la semana 38 (promedio entre la 27 y 57), pero que por condiciones de su fase productiva terminan infectadas. No termina afectando a todos los lotes de reproductoras y las gallinas, aparte de una disminución en la ingesta de alimento y una baja paulatina de producción que se da durante un par de semanas, mientras desarrolla los anticuerpos, pero termina transmitiendo el mal a una parte de la progenie”, explicó.

Proventriculitis infecciosa

Si bien la proventriculitis infecciosa fue reportada en 1978 como RSS (síndrome de enanismo infeccioso en pollos de engorde), en Colombia y otros países del área ha emergido de nuevo con su síntoma principal la inflamación, mal funcionamiento y necrosis en el proventrículo, la glándula encargada de producir el ácido clorhídrico necesario para la adecuada digestión del alimento.

“Esta enfermedad es provocada por una variedad de virus, siendo el reovirus el principal sospechoso, pero en muchos casos no se presenta al hacerse un análisis del viroma o en los resultados de PCR”, dijo Robín. Este mal termina asociado a episodios de inmunosupresión como los causados por micotoxinas o aminas en los concentrados, así como falta de fibra en la dieta y exceso de sulfato de cobre.

Sin embargo, es aceptado mayoritariamente que el birnavirus, perteneciente a la familia de la enfermedad de Gumboro, es el principal y no único causante de esta inflamación del proventrículo. “Al no poder sintetizar el ácido clorhídrico, la asimilación de nutrientes es deficiente, se afecta el crecimiento, no hay uniformidad en los lotes y se presentan episodios fuertes de diarreas en pollos con plumas erizadas”.

También señaló el inmunólogo que, como efecto colateral, se dan casos de postración por deficiente metabolismo del calcio, lo que dificulta la construcción de una estructura ósea capaz de soportar el crecimiento muscular de los pollos de engorde. “Por la incertidumbre relativa del agente infeccioso, el método de diagnóstico más confiable será siempre el análisis patológico de los tejidos del proventrículo en las aves afectadas”, afirmó.


Regreso de ‘enfermedades del pasado’

En el mismo evento convocado por Fenavi Costa Atlántica (Colombia), estuvo el experto internacional Francisco Peroza, quien habló de lo que considera viejas enfermedades que se resisten a abandonar la avicultura comercial. En ese listado mencionó cepas más virulentas de Newcastle, Marek, anemia infecciosa, Salmonella, histomoniasis, enteritis necrótica, los reovirus y el síndrome “runting stunting” (retraso del crecimiento o síndrome del enanismo).

“Todas ellas con un siglo o casi un siglo de ser identificadas, pero las vemos prevalentes. ¿Por qué? Creo que es una combinación de cambios en los manejos (mayores densidades), en la genética y en la misma evolución de los patógenos motivada por la presión que les imponen las vacunas”, explicó.

Como respuesta, propone una combinación de la inmunidad innata y la adaptativa. “Las aves inmunosuprimidas serán más proclives a enfermedades de todo tipo, nuevas y anteriores; deben ser inmunocompetentes para afrontar estos ataques”, destacó. Las afecciones virales intestinales impactan las tres primeras semanas del animal, generando pérdidas económicas por baja conversión y mayor gasto en antibióticos.

Sobre los planes de vacunación, comentó que “funcionan mientras no exista desafío, deben diseñarse a la medida de cada compañía y no copiados, y no podemos olvidar que toda vacunación tiene un costo metabólico, por lo que se deben evitar las vacunaciones innecesarias”.

Para evitar la transmisión vertical de estos males en reproductoras, se debe considerar la viabilidad de la inmunidad pasiva. En vacunación, recomienda vacunas vivas seguidas de refuerzos con inactivas. “Con viejos y nuevos males, las recomendaciones siguen siendo las habituales: buenos cimientos inmunes, diagnóstico óptimo y oportuno, bioseguridad y buen manejo, sin olvidar la adecuada vacunación”.

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