Tecnología de control mejora 3% la conversión en España

La sensorización de los galpones para recopilar datos, analizarlos y usarlos para la toma de decisiones de crianza es un pilar de la avicultura de precisión.

Al mismo tiempo que aumenta la necesidad de producir proteína animal, bajará el número de granjeros, por lo que cada productor va a tener que cuidar de más animales. Esto va a requerir de herramientas más sofisticadas para la supervisión de las aves.

Con el auge de la tecnología 5G, el panorama va a cambiar en cuestión de cinco años con el teléfono celular. Vamos a poder tomar decisiones remotas e inteligentes para mejorar el bienestar animal, la productividad, el medio ambiente y, en definitiva, la rentabilidad de la avicultura.

Con experiencia en el mundo industrial, Anxo Mourelle, experto en avicultura de precisión de la empresa Sinergia, en Pontevedra, España, dijo que ve que en el sector primario hay una enorme oportunidad para mejorar los resultados con tan solo aplicar sistemática.

La industria sabe que el 70% del costo de producción es la alimentación y el sector cuenta ya con verdaderos expertos en este campo. “En esto no podemos aportar gran cosa, pero sí podemos aportar información para que los nutricionistas tomen mejores decisiones en términos de qué es lo que a los animales les va bien y mal de sus decisiones, observando su comportamiento y con tecnología”.

Aporte de la tecnología

La parte de la producción que no es nutrición, como es el bienestar de condiciones ambientales, necesita de una rápida respuesta que solo se puede lograr con tecnología. Existen dos tipos de ventajas, las del galpón en sí mismo y las de la integración. “Si detecto que mis pollos en las granjas del norte comen 15% menos y pierdo 10 puntos de conversión, cabe esperar que, si no tomo decisiones, también me pasará en el sur”, destacó. Y así sucesivamente con un galpón o todo el núcleo.

Esta báscula es para que las aves se pesen solas, con la ayuda de cámaras. (Benjamín Ruiz)

Mourelle dio el ejemplo de cómo han podido detectar problemas en el transporte de pollitos con sistemas de monitoreo en el camión, tales como paradas no controladas, apertura de puertas a medio trayecto, entre otras. Con sondas de aceleración, han identificado que se generan lesiones en los pollitos por frenazos bruscos o por el efecto látigo del remolque.

Por eso, hay que medir para poder decidir. Para medir, se requiere de sistemas de instrumentación, sistemas de control y software para explotar los datos. “El sector tiene una enorme oportunidad a través del control tecnológico a precios competitivos, con retornos inferiores a un año”, apuntó Mourelle. Los datos evidencian que se puede mejorar más de cuatro puntos en costos y casi un punto de beneficios. Para las grandes empresas, esto es muchísimo dinero.

Millones de datos al día

La tecnología genera una vigilancia que apoya al productor, pero primero hay que ver qué pasa en la granja mediante observaciones, visitas y escuchar a los galponeros y a los responsables de la integración.

“Cada galpón genera un gran volumen de datos al día”, comentó Mourelle. El proceso y evaluación de datos, con una serie de algoritmos de inteligencia artificial que filtran los datos, se hace junto a la labor de depuración con especialistas bioestadísticos, veterinarios, matemáticos, biólogos e ingenieros. Una vez hecho esto, se emite una alarma para que sea una persona quien tome la decisión. En función de la gravedad, hay tres niveles de alarma. El tres es de urgencia, cualquier cosa que pueda amenazar al factor de productividad de manera grave.

Los puntos de referencia se obtienen de las casas genéticas (curvas de crianza) y de los valores de producción observados. Estos valores se comparan continuamente para ver en qué condiciones mejoran los índices de productividad. Al final, lo importante es el índice de productividad europeo, la relación crecimiento-mortalidad-rentabilidad y evitar el “fuera de calibre” con relación al peso en el mercado.

Esto es de capital importancia, si consideramos las restricciones cada vez mayores, como con la producción sin antibióticos. A medida que se estrechen los márgenes del sector y que las condiciones sean más exigentes, la medición y el análisis de datos cobrará más importancia para poder ser más competitivos.

Una granja sensorizada

En el control automático de las granjas, además de la sensorización, hay que normalizar procesos, es decir, establecer metodologías de trabajo. La idea de Mourelle y de Manuel Portela, director técnico de Sinergia, es darle un enfoque absolutamente industrial a la producción avícola, lo cual significa mucha sensorización, para el control del proceso.

Básicamente, son tres dominios. Por un lado, el control de condiciones ambientales, por otro, el control de productividad, que establece directamente de forma diaria u horaria los índices de conversión. “Sabemos cuánto comen y beben los pollos, y cuánto pesan en tiempo real, sin necesidad de pesarlos, se pesan solos”, explicó Mourelle.

En todos los galpones de la granja se mide temperatura y humedad, con entre cuatro a ocho sondas interiores, así como temperatura y humedad exterior, dióxido de carbono y amoníaco, al menos dos sistemas de pesaje por visión artificial, control de alimento en silos y una unidad de control.

Portela destacó que la báscula cuenta con un sistema de inteligencia artificial que dice cuántos animales hay o si el ave se apoyó bien o no. “Es la forma más cercana a cómo piensa una persona”, añadió. El diseño del plato de la báscula garantiza que constantemente se suban. Se coloca cerca de las líneas de comederos y bebederos, en una zona de paso. Utiliza imágenes naturales del pollo e imágenes termográficas. Las imágenes a color permiten, además, diagnosticar algún problema patológico a través del plumaje, así como con los consumos de agua y de alimento.

Asimismo, si se dota al galpón de video en tiempo real, se realiza un análisis de patrones de comportamiento aviar. “La distribución de la población en el galpón nos permite saber si están confortables, si tienen calor o frío”, señaló. Mediante cámaras termográficas, Portela ha advertido y descubierto que se han observado conductas de comportamiento animal y de manejo contraintuitivas.

Otro aspecto que Mourelle explicó es el desarrollo de sensores de sonido para contar picotazos. “Uno de los problemas es que a veces el alimento viene con un exceso de harina, demasiados finos o demasiados gruesos, o en un momento dado que no coman bien cuando cambias de alimento”. Al contar el número de picotazos en una banda de frecuencia específica de sonido, se sabe si el pollo come con normalidad para la edad.

De igual forma, se usan sensores en silos de barrido láser, que dan el volumen y el consumo en el silo, con barridos a intervalos programables durante dos minutos (indicado para alimentos grasos que se pegan). La información se comunica a la nube y la computadora de control. “Tenemos caudalímetros de alta sensibilidad que permiten medir 1 litro en 24 horas, válido para pollito con 0 días para tener clara la relación que hay entre consumo de alimento y de agua, y detectar cualquier tipo de anomalía”.

Manuel Portela enseña el gabinete de control de una granja completamente estándar. (Benjamín Ruiz)

Cambiar o no cambiar

Cuando, por ejemplo, la temperatura está muy alta y no se hace nada por cambiarla, se pierde carne (empeora el factor de productividad). La pregunta es entonces cuánto dinero en términos energéticos costaría no perder esa cantidad de carne y cuánto dinero produciría. “Nosotros defendemos la tesis de que el consumo energético necesario para dar confort tiene un costo menor que el valor de estas existencias de carne que genera rentabilidad al galponero y al integrador en un período de retorno inferior a un año”.

Una de las grandes ventajas de un sistema de control es que dentro del galpón o caseta están todos los pollos distribuidos uniformemente. En la visita a la granja, afuera había 36ºC de temperatura, condiciones difíciles para la producción, pero adentro había unos cómodos 22ºC. El galpón había sido reformado, la luz estaba dosificada y las paredes pintadas. “Pintamos por dentro porque aporta tranquilidad”, dijo Martín Segovia, director de producción de la integradora Avigal, del Grupo Vall Companys. Tiene un sistema de ventilación mixta (cruzada y de túnel), cuyo autómata proporcionado junto a la instrumentación de control regula cuándo arranca la ventilación cruzada y cuándo la de túnel. Los diversos sensores estaban distribuidos en el techo y envían la señal vía radio sin necesidad de cables.

Entrar y mover a las aves cuesta gramos de peso que las aves dejan de ganar. “Esa es una de las ventajas de los sistemas autónomos, que no hay necesidad de intervenir”, sostuvo Portela.

Control del stock de carne

Un concepto muy importante que no se aprovecha es la posibilidad de controlar stocks de carne en continuo, es decir, mediante análisis estadísticos establecer qué día es el mejor para sacar a los pollos a la planta de procesamiento.

Los datos medidos y analizados pueden decir en qué día y hora vamos a tener el peso deseado; se pueden programar las rutas óptimas de los camiones recolectores de pollo con anticipación.

Si se mantiene el pollo en la granja más tiempo, lo único que se va a producir es más pollinaza, no carne de pollo. “No es ciencia ficción, es tecnología completamente estándar y probada”.

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