Otro año de agonía para el negocio avícola en Venezuela

Con una hiperinflación proyectada al millón por ciento, se acrecientan los males de la avicultura venezolana, sumida en una crisis productiva que afecta la calidad de vida en esa nación suramericana.

Los datos del desastre económico venezolano no tienen techo. El más significativo anuncio al respecto lo dio empezando este segundo semestre el Fondo Monetario Internacional (FMI), que proyectó una inflación anual de hasta 1,000,000 por ciento en Venezuela.

Como bien señaló el reporte de este organismo multilateral, “la magnitud de la crisis puede aumentar las consecuencias migratorias para los países vecinos”. Para tener una perspectiva, la inflación en este país caribeño es hoy similar a lo que vivió Alemania en 1923 o Zimbabue a fines de la década de 2000.

Esa crisis se traduce obviamente en lamentables condiciones humanas y en una escasa capacidad para adquirir alimentos de calidad, incluyendo dentro de estos a la carne de pollo y los huevos. En 2016, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ya informaba que la desnutrición en Venezuela había llegado al 13 por ciento.

El año pasado, a falta de cifras gubernamentales, se hablaba de más del 15 por ciento de desnutrición, lo que para la Organización Mundial de la Salud es una catástrofe de salubridad pública. En mayo de 2018, proyecciones privadas como la de la Organización Cáritas auguraban un 25 por ciento de la población desnutrida, eso son cerca de ocho millones de personas. Solamente Haití presenta una tragedia porcentual mayor en todo el continente.

Una avicultura impotente

Francisco Taglipietra, presidente de la gremial Federación Nacional de Avicultores (Fenavi), reconoce la magnitud de este drama y lo poco que ha podido contribuir este rubro, como el resto del desmantelado aparato productivo agropecuario venezolano. Si bien esta es una crisis fraguada a lo largo de este joven siglo, Taglipietra ubica para la avicultura su punto de inflexión más dramática en 2015.

La oferta per cápita de alimentos avícolas cayó a la mitad entre ese año y 2016. “Pasamos de entregar 32.86 kilos de pollo a 17.82 kilos. En huevo bajamos de 182 unidades a 91”, destacó el dirigente. Y la tendencia no paró ni en 2017 ni 2018. Según estudio de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), se informaba ya en el primer semestre del presente año que la oferta per cápita de pollo era de 12 kilos y la de huevos, de 60 unidades.

Para Taglipietra, la dura transición de 2015 a 2016 se debió principalmente a la “caída en los ingresos de la nación por reducción en los precios del petróleo y, en consecuencia, el Estado tuvo menos disponibilidad de divisas para adquirir materias primas (macroingredientes, maíz amarillo y derivados de la soya) distribuidas a los productores nacionales”.

Añadió que esto inevitablemente acarreó tres graves consecuencias para el negocio avícola, como la pérdida de calidad en los alimentos de las parvadas por falta de nutrientes, ocasionando la disminución en el régimen de postura y en pesos en pollos de engorde.

También aumento de mortalidad y baja viabilidad en las parvadas avícolas por falta de medicamentos y vacunas. La caída en la producción y en las importaciones generales de alimentos ocasionó la primera gran escalada inflacionaria, a lo cual el gobierno bolivariano respondió con controles de precios “que dificultaron trasladar costos de adquisición de materias primas”.

Antes de la crisis, el negocio avícola integrado en Venezuela sumaba US$14,200 millones (un 3.8 por ciento del PIB).

Caída libre hacia el pasado

Fenavi Venezuela afirma en sus estudios estadísticos que desde 1998 hasta 2015 la producción de pollo había crecido 135 por ciento en este país caribeño, en tanto que la de huevos lo había hecho en un 256 por ciento. En tres años de caída libre contados a partir de 2015, fácilmente se puede asegurar que se devolvió lo andado, más en el pollo que en el huevo, si bien el retroceso es evidente en ambos segmentos.

En 1998, la producción de carne de pollo había sido de 485,753 toneladas; la de huevos fue de 6,549,539 cajas de 360 unidades. Al cierre de 2017 y a la espera de guarismos más calamitosos en diciembre próximo, la gestión avícola venezolana se redujo a 429,541 toneladas de pollo (más de 50,000 t menos que en 1998) y 8,536,195 cajas (una cifra parecida se logró en 2004).

“Esta crisis tiene graves consecuencias sociales y económicas de las que tardaremos en recuperarnos”, reconoció Taglipietra al reiterar entre las primeras “el incremento de la desnutrición en los segmentos más vulnerables y numerosos de la población venezolana”. Recordó que “el aumento de la desnutrición puede comprometer el sistema inmunológico de la población, haciendo a sus integrantes proclives a contraer enfermedades infecciosas. También se pueden presentar retrasos en el desarrollo de la población infantil, con pérdida de talla y peso”.

Remata este triste panorama humano señalando que “el incremento de la desnutrición baja la capacidad de aprendizaje en la población infantil y su rendimiento escolar”.

Ahora, en cuanto a las consecuencias directas e inmediatas para el gremio avicultor venezolano, el presidente de Fenavi describe su actual panorama, que no parece vislumbrar cambios cercanos: “Mantenemos una fuerte competencia por acceder a un mercado cada vez más reducido. Cada vez más se vive con flujos de caja empresariales más exiguos. Los costos fijos de producción son cada vez más pesados de soportar, entre otros salarios y beneficios de los trabajadores, mantenimiento de plantas y unidades de transporte”.

La producción venezolana de huevo también ha ido en picada.


Buenos tiempos no tan lejanos

Hasta el año 2015, la avicultura venezolana suministraba el 61 por ciento de la proteína de origen animal consumida en ese país, representado por 45.4 kilos de carne de pollo al año por persona y 188.38 unidades de huevos de mesa anuales per cápita. Asimismo, era responsable de la colocación del 77 por ciento de la producción de alimentos concentrados para animales, representada por más del 70 por ciento de la cosecha nacional de cereales forrajeros (maíz amarillo y sorgo). También generaba 600,000 empleos directos e indirectos, al igual que el sostenimiento de 50,000 microempresas y cooperativas prestatarias o proveedoras de servicios avícolas.


Lo que queda del negocio

Hoy el sector avícola venezolano consta principalmente de empresas privadas que operan algo más de 30 instalaciones de mediana a gran envergadura, y que laboran a menos del 30 por ciento de su capacidad instalada o la que llegaron a tener en los tiempos de mayor auge. La distribución nacional de la producción de pollos de engorde es de un 20 por ciento en el occidente, 60 por ciento en el centro costero alrededor de Caracas, 18 por ciento en el oriente y apenas 2 por ciento en el sur. Para huevo, los porcentajes son 10 por ciento en occidente, 85 por ciento centro y 5 por ciento oriente; muy similar a la generación de alimento balanceado (17 por ciento occidente, 81 por ciento centro costero y 2 por ciento oriente). Los mayores estados productores de pollos son Aragua, Carabobo y Zulia, en la región central y occidental. Casi todas las operaciones de huevo están concentradas en los estados centrales de Aragua y Carabobo. Las operaciones de producción de huevo de medianos y pequeños propietarios independientes o contratistas privados están presentes en todo el país.

X