7 de julio de 2014La influenza aviar ha sido de gran impacto en todo aquel país donde
ha surgido. Por ejemplo, cuando Tailandia ya se perfilaba como una potencia
exportadora, este virus diezmó la producción avícola y los impulsos empresariales.
En Camboya, causó una caída del 75 por ciento del precio del pollo y en México
echó por tierra los sueños de la industria y afectó el mercado del huevo y del
pollo.
Las pérdidas se deben a la alta mortalidad y al sacrificio de las
aves, los costos directos, los daños al comercio internacional y los daños a la
imagen de la industria avícola, entre otras cosas. Los costos de la pérdida de
aves y todo lo relacionado a la producción son un duro golpe, pero
recuperables, aunque va a depender en gran medida del apoyo de los gobiernos y
del mismo poder de recuperación de la empresa.
No obstante, hay varias cosas que son más difíciles de recuperar. En
primer lugar está la confianza de los importadores para restablecer el comercio
exterior, pues durante el brote y la recuperación, las circunstancias cambian,
se mueven otras piezas del juego y otros toman el lugar que uno tenía. Por otro
lado, está la mala imagen que deja la industria en el público en general,
ignorante de lo que en realidad sucede y avasallado por los medios que gustan
de formar escándalos y crear miedos. Sí así, sin haber habido ningún escándalo
real, ¡la gente sigue pensando que criamos los pollos con hormonas!
Por
último, y eso va por parte del avicultor, procesador y distribuidor, está el
ser abiertos y querer cambiar nuestros hábitos culturales. ¿Por qué hay todavía
mercados de aves vivas? ¿Por qué son pocos los que procesan la
gallinaza/pollinaza? Sí, están la vigilancia epidemiológica, los diagnósticos
rápidos, la vacunación, que son todos factores importantes. Pero el objetivo
principal es la prevención. Es cuestión de sentido común.