Sergio Chávez: 37 años en la avicultura mexicana

Sergio Chávez: 37 años en la avicultura mexicana

Sin ser avicultor, el Lic. Sergio Chávez presidió la Unión Nacional de Avicultores (UNA) en un periodo que la industria avícola mexicana tuvo un gran desarrollo. | Foto de Benjamín Ruiz

Partícipe de toda una historia de una de las aviculturas más fuertes del mundo, deja tras de sí una institución, baluarte de la avicultura latinoamericana.

Trabajar durante 37 años para una misma organización −que tiene 60 años− y con un mismo objetivo no es común ni fácil. Este es el caso del Lic. Sergio Chávez González y la Unión Nacional de Avicultores (UNA) de México.

Cuando entró a la UNA en 1982, nunca imaginó “que duraría tantos años en la organización”. En aquel entonces existía la figura de gerente, que se modificó hasta llegar a ser presidente ejecutivo. “Estoy muy contento, muy tranquilo, muy orgulloso porque llegué −sin ser avicultor, aunque hijo de avicultor− al puesto máximo que puede tener la Unión Nacional de Avicultores”, comentó con nostalgia. Este pasado 30 abril dejó la UNA y tras sí toda una historia. “Yo creo que logré todos mis objetivos”.

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Lleno de anécdotas y experiencias de todo tipo, contó cómo entró siendo mucho más joven que los miembros del consejo y ahora sale cuando los miembros del consejo son, en algunos casos, más jóvenes que él. Así se reflejan los 37 años de experiencia.

En todo este período, trabajó con y para los avicultores originales −la primera generación−, como Socorro Romero, Zeferino Romero, Salvador de Anda, los Almada y los Santos Gutiérrez, y luego con los hijos e incluso con algunos nietos de ellos. “Con todos he tenido algún trato o vínculo, cosas que te dan una gran satisfacción. Ahora, se cierra un capítulo”.

Qué lo marcó como presidente ejecutivo

Se enfrentó a todo tipo de problemas, desde los lejanos controles de precios, hasta la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá, pero “definitivamente el brote de influenza aviar H7N3 de 2012 en los altos de Jalisco fue el más fuerte”, sostuvo.

“Tratamos de dimensionar el problema porque no sabíamos hasta dónde íbamos a llegar. Lo logramos a través de un estudio económico con varios escenarios”. Al final, el escenario del brote de 2012 era casi catastrófico para la industria avícola mexicana. Eso fue de lo más importante y requirió en su momento de muchísimo trabajo de contención, de medios de comunicación, de información.

Además, nos recordó que en aquella época estaba todavía muy latente la posibilidad de que el brote −básicamente en aves− se diera también en humanos.

El aporte más importante a la UNA

Con el tiempo, Chávez fue aprendiendo a vincular al sector privado con el gobierno federal o con organismos internacionales, “siempre buscando respeto a la institución, con apoyo en profesionales”. Esa institucionalidad, ese profesionalismo, “que se nota cuando las autoridades te reciben y cuando hay un reconocimiento de la importancia, no solo nacional sino internacional, a la organización”, al final fue el aporte más importante con el que contribuyó.

La institucionalidad significa trabajar de mancuerna con productores y gobierno, “ser el catalizador para evitar mal entendidos y decisiones unilaterales”.

Crecimiento de la industria

En casi 37 años, el crecimiento de la industria avícola mexicana ha sido impresionante. De 1982 a 2017, la producción de huevo se ha incrementado en casi un 200 por ciento y el consumo, en un 77 por ciento; mientras que la de pollo aumentó en 334 por ciento y el consumo, en 155.60 por ciento (véase el cuadro 1).

La UNA cuenta con datos estadísticos desde 1978, pero es a partir de la presidencia de Jaime Yesaki −cuando la negociación del TLCAN− que se empezaron a manejar las estadísticas de producción de forma más concienzuda.

La información que tiene la UNA es de fuentes muy confiables que se pueden cruzar con las de cualquiera y con la metodología que siguen se puede proyectar a futuro.

Potencial y riesgo de la industria avícola mexicana

El potencial que tiene la industria avícola mexicana en el contexto mundial −al ser el cuarto o quinto productor del planeta− de abastecer un mercado nacional es muy bueno, pero, en definitiva, México debe tener un proyecto exportador. Para que realmente lo pueda hacer –“porque nos hemos tardado”−, tiene que tener una sanidad a prueba de balas.

Si no es transparente, no es oportuna, se esconden realidades o hacen análisis en otros países, es contraproducente. “Esto es lo que le hace falta a la industria avícola para que sea realmente un complemento”. De otra manera, explicó el especialista, “con el tiempo en pollo de engorda (más que en huevo), puede pasar lo que a la porcicultura: al principio del TLCAN no había importaciones. Hoy estamos llegando al 15 por ciento de la producción nacional”.

De seguir así, se corre el riesgo de que el avicultor mexicano se quede a nivel de productor y no se le dé valor agregado y salida a la exportación.

Un riesgo latente es la posibilidad de que regresen los controles de precio. El gobierno actual ha vinculado la sanidad, como el brote de influenza aviar, con la inflación, abasto y precio por el impacto que ha tenido, de tal forma que en un momento determinado esta parte sanitaria se puede politizar.

Además, la Secretaría de Economía a veces abre cupos de importación, no aplica cuotas compensatorias y eso básicamente lo hacen para defensa del consumidor. La otra cuestión es que la UNA y el sector de huevo apenas terminaron un proceso de investigación de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), en la que todavía no se dicta la resolución.

En la Secretaria de Economía “piensan que puede ser algo bueno tener por lo menos un ‘precio administrado’, incluso que salga una sugerencia de la Cofece como parte de un caso definitivo. También va a depender de quién sea el presidente electo”.

“Yo que viví el control de precios a ultranza, lo único que sucede es que hay menos inversión, menos incremento de la producción, hay problemas de ocultamiento, hay distorsiones del mercado”. Es un frenazo a la producción.

Esto es prácticamente imposible cuando estás inmerso en la globalización. “Lo que seguramente sucedería es que no crecería igual o emigraría la producción a otro país”. No olvidemos que hay empresas mexicanas que han invertido fuera, tanto en huevo como en pollo. Con el know-how, pueden irse a Estados Unidos, Centroamérica o Suramérica, “si paga la inversión”.

Lea más en Industria Avícola Julio 2018.

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