Un fantasma recorre la avicultura

Fútbol, hormonas y pollos

En el mes de junio, los medios dieron a conocer las desafortunadas declaraciones del presidente de la Federación Mexicana de Fútbol (Femexfut) con respecto al hecho de que cinco de sus jugadores fueron (temporalmente) descalificados por tener residuos de clembuterol en el organismo. Según estas declaraciones, esta sustancia “se utiliza para incrementar los músculos, que en algunos casos se utiliza para el asma, en la mayoría de los casos en el ganado porcino, vacuno y en pollos y gallinas. Creemos que [los jugadores] comieron pollo o carne que seguramente estaban contaminados con clembuterol”. Posteriormente, fueron apoyadas por el Presidente de la República Mexicana, en el sentido de que “se trata de un asunto de contaminación de comida”. Dicho esto, vemos de nueva cuenta que un fantasma, el fantasma de las hormonas, una vez más recorre la avicultura responsable y profesional, asustando a la población.

Esta declaración nos remite a aquélla dada en abril del año pasado por el Presidente de Bolivia, en la que afirmaba que la homosexualidad se debe a que “el pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas” y que “por eso, cuando los hombres comen esos pollos tienen desviaciones en su ser como hombres”.

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Realmente, insisto, son declaraciones desafortunadas, ataques que después de una tregua, se vuelven a dar, una y otra vez.

Raíces profundas 

Realmente me impresiona que en mis casi 25 años de trabajar para la industria avícola este concepto siga prevaleciendo en la población, y peor aún que se dé en personajes con un cierto nivel educativo y en nuestras propias autoridades. No hay persona que en el mejor de los casos me pregunte, o en el peor, me debata y desafíe sobre este tema, en reuniones familiares o de amigos. ¿Hasta dónde llegan estas raíces? ¿Por qué estos conceptos se han arraigado tanto? ¿Por qué la gente cree eso y no le cree a la avicultura profesional?

Hormonas sexuales ¿hay otras? 

El público en general oye el término hormonas, y lo primero que se le viene a la mente son las hormonas sexuales y sus consecuencias: desarrollo de las caracteres sexuales secundarios, crecimiento de órganos sexuales, aumento del deseo, feminización (nunca masculinización), menstruación prematura y seguro que hasta solución de problemas de erección y demás. A nadie se le ocurre pensar que hay de otras hormonas, como la del crecimiento, por ejemplo, o que el colesterol y la vitamina D tienen como base de su estructura química al ciclopentanoperhidrofenantreno, del cual se derivan las hormonas esteroideas.

Me gusta siempre hablar del origen de las palabras, porque de ella se derivan interesantes datos que se mantienen en nuestra memoria histórica. El término hormona, según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) proviene del inglés hormone, y este a su vez del griego ὁρμῶν (hormôn), que quiere decir excitar, mover, “que impulsa”. Es el producto de la secreción de ciertas glándulas que, transportado por el sistema circulatorio, excita, inhibe o regula la actividad de otros órganos o sistemas de órganos. ¿Será que en algún recóndito lugar del cerebro la gente lo asocia con la excitación sexual?

Hormonas en la producción de pollos 

En el supuesto de que se usaran hormonas en la producción de pollos y como un gobernante o personalidad se reconozcan estos hechos, además de demostrar una tremenda ignorancia, deja en ridículo al mismo gobierno o al organismo o institución, al poner de manifiesto los nulos o insignificantes controles sobre los procesos de producción e inocuidad de alimentos. Como bien lo dijeron en los medios mexicanos, el Presidente Calderón se metió un “autogol” al hablar de los futbolistas de la selección nacional.

La reacción no se dejó esperar, y las instancias de avicultores (Unión Nacional de Avicultores) y de especialistas aviares (Asociación Nacional de Especialistas en Ciencias Avícolas) levantaron sendas protestas ante las declaraciones, haciendo hincapié en que no se usan hormonas, porque “el tiempo que tarda la hormona en actuar superaría por mucho el periodo de crecimiento del pollo, por lo que los resultados no podrían ser visibles y el beneficio sería nulo”. Además, declararon que “el alimento de los pollos de engorda consiste en raciones a base de sorgo, maíz o soya que incluyen vitaminas, minerales, aminoácidos y antioxidantes”. Aseguraron que “las hormonas no podrían agregarse a través del alimento debido al tipo de digestión que poseen las aves”. Por otro lado, en México es ilegal el uso de hormonas en los alimentos para animales.

¿Hasta cuándo? 

Ahora mi pregunta es: ¿hasta cuándo vamos a seguir con este cuento? Necesitamos hacer algo. Necesitamos consensuar sinergias para hacer una campaña, nacional o hemisférica y para educar al público, de tal forma que se detenga esta cantidad de afirmaciones absurdas que afectan el consumo de una proteína sana, una proteína asequible, una proteína versátil y del gusto de todos. Junto a las hormonas hay una serie de ideas erróneas que tiene el público sobre la producción avícola que se podrían atacar de una vez por todas: maltrato de las aves al recolectarlas y llegar a la planta de procesamiento, formas de sacrificio inhumano, selección genética de pollos monstruosos, que las aves enjauladas ensucian a las de abajo con las excretas, el contenido alto de colesterol en el huevo, entre otras. ¿Cuándo empezamos?

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