Carne in vitro, ¿suficientemente buena para activistas?

Tyson Foods sabe algo que no saben sus otros competidores. O simplemente, no tiene ningún empacho en dar a conocer sus apuestas a futuro, que en el negocio de los alimentos casi equivale a decir mañana o por lo menos pasado mañana. Hace poco había anunciado la creación de un fondo de inversión con USD 150 millones para investigar sustitutos de la carne.

Es más, Tom Hayes, consejero delegado de ese emporio mundial de la carne, reconoció este mes que también van a profundizar sus inversiones destinadas a producir proteína vegetal para consumo humano. Una de las grandes multinacionales de la proteína cárnica parece entonces deponer las armas para ceder ante el movimiento mundial del tratamiento ético hacia los animales.

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Y la ciencia está colaborando mucho, tal vez demasiado para la forma de pensar de los activistas ambientalistas y de los derechos animales, según nos atenemos a lo que ha sido su actitud frente a los progresos de la tecnología en la producción de alimentos. Memphis Meats, compañía biotecnológica californiana, anuncio la semana pasada que bajó los costos de producir carne de pollo y pato in vitro a USD 9,000 la libra; un gran avance cuando la cotización hace tres años era de USD 250,000.

Inclusive eleva la apuesta y afirma que en 2021 podría vender una libra de esa misma carne en USD 5, un poco más de lo que hoy se paga por los mejores cortes de estas aves. De tener éxito Memphis Meats, Tyson Foods o cualquier otro, el negocio cárnico no volvería a ser el mismo y se resolverían muchos de los señalamientos ambientales y éticos que hoy pesan sobre la agroindustria.

Producir en laboratorio carne animal elimina la necesidad de deforestar millones de hectáreas de bosques naturales para sembrar millones de toneladas de granos que se destinan a alimentar millones de animales confinados en millones de metros cuadrados de instalaciones para su cría, levante y sacrificio.

Primera ventaja: se necesitará mucho menos espacio y recursos naturales de los que ahora se utilizan.

Segunda ventaja: al haber muchísimos menos animales que criar (se necesitarán los suficientes para extraerles las células madres y sembrarlas en caldo de cultivo), se les podrá brindar mejores condiciones de bienestar.

Va la tercera: con menos cerdos, reses y aves produciendo metabólicamente gases de efecto invernadero, pues el aire del mundo tendrá que mejorar y hasta se podría revertir el cambio climático.

Y las ventajas van hasta una cuarta (haciendo un análisis superficial): caería el abuso de antibióticos en la crianza de animales, lo cual reduciría a mínimos controlables los riesgos de crear agentes patógenos cada vez más resistentes.

¿Algún pero?

Pues aunque no es una prueba estadísticamente relevante, le comenté estas noticias a un grupo de conocidos que aman a los animales hasta el punto de reconocerles derechos aunque todavía no los suficientes como para erradicarlos del todo de sus almuerzos y todos me hicieron un mohín de desprecio después de escucharme: “¿Pero carne de laboratorio? No sé, es que eso no es natural”.

Ya sé, me dirán que estoy acusando cuando ni siquiera ha sucedido el crimen. Pero los antecedentes dan para esperar lo peor. Esperemos que el lobby verde no boicotee algo que parece ser inevitable. Que recuerden sus activistas que la tecnología es el aprovechamiento de los avances de la ciencia para el mejor estar de las personas. No nos vayan a salir con una payasada igual a la que han hecho contra los cultivos transgénicos; condenando a países pobres a producir menos de lo que podrían, a mejores precios, invocando demonios que no se han visto en más de 20 años de aplicación de esa tecnología.

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