La falta de sex appeal del bienestar animal

La falta de sex appeal del bienestar animal

Foto de Austin Alonzo

Quien lea este título debe estar preguntándose en qué estoy pensando. No pasa semana en que no se nos bombardee con noticias y decisiones corporativas que dan cuenta del creciente avance entre los consumidores del llamado “tratamiento ético hacia los animales”.

La avicultura, al igual que toda la agroindustria cárnica, ha sido centro de presiones derivadas de la aplicación de este nuevo evangelio. Es obvio entonces que la falta de sex appeal o atractivo de dicha corriente no la padece el público en general.

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La falta de atracción la sienten quienes dentro de esta nueva y apabullante lógica deberían estar más que comprometidos: los productores de proteína animal. Sucede en Latinoamérica y no debe ser distinto en el resto del mundo. Miremos no más la seguidilla en los últimos dos años de declaraciones sobre huevos de gallinas libres de jaula.

Queda claro en ellas que no son los avicultores quienes las expiden. Son sus enormes clientes corporativos quienes deciden, basados en la mercadotecnia, que sus proveedores deben ahora poner patas arriba esta industria, soslayando décadas de investigación en genética, logística y nutrición que han permitido eficiencias que hoy garantizan alimentos nutritivos a precios accesibles.

Ahí está una primera causa: esta tendencia es una imposición, no una evolución autónoma surgida de la industria. Además, la apatía se ve reforzada por un discurso moralista que termina señalando al empresario avícola como una suerte de “personificación del mal”. ¿Quién quiere escuchar que lo que hace, tras ingente y lícito esfuerzo emprendedor, es una actividad éticamente reprochable?

Los postulados éticos en que se basa esta tendencia la han hecho muy atractiva para el mercadeo, pero no los podemos seguir empoderando como el centro del debate. La lógica debe ser la misma que nos ha proveído el éxito: la búsqueda del mayor resultado con el menor costo, porque a la larga lo que está en juego no es un emotivo eslogan si no nuestra seguridad alimentaria.

En otras palabras, para acabar con esa falta de sex appeal, la promoción del bienestar animal debe basarse en sus ventajas de cara a los resultados económicos de la agroindustria, que innegablemente los tiene. El bienestar animal debe hablar entonces el lenguaje de la innovación y no el de la imposición comercial o de la suficiencia moral.

Es mucho más práctico (y enamorador) fomentar el uso y la investigación de mejores prácticas que ya se saben hacen más eficiente la industria cárnica y entregan condiciones de crianza, levante y sacrificio en las que el estrés y el dolor para los animales se reducen hasta mínimos realistas.

Nadie quiere perder su inversión por animales con deficiente desarrollo o lesiones evitables a causa de falta de alimento, agua, temperatura adecuada o por culpa de enfermedades y malas condiciones de tenencia o manipulación. De todo eso ya hay estudios, hay evidencia; sobre las ventajas de gallinas libres y sus costosos huevos, no tanto.

Sigo convencido de que la seguridad alimentaria, que es poder tener acceso a alimentos nutritivos con precios favorables (como lo hace la industria avícola), es más trascendente que cualquier trending topic. Es cuestión de dar el cariñito donde realmente importa.

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