Y del etiquetado en bienestar para el pollo, ¿qué?

Y del etiquetado en bienestar para el pollo, ¿qué?

(Benjamín Ruiz)

A seis meses de los primeros ensayos en Europa, bien vale la pena hacer algunos comentarios sobre esta iniciativa que difícilmente puede catalogarse hoy de tendencia.

Dos de los experimentos más difundidos de etiquetado en bienestar animal para la carne de pollo vienen de Europa y ambos cumplen este mes su primer semestre de vigencia, lo cual nos sirve en bandeja una gran ocasión para compartir algunos pensamientos que no osaría de calificar tampoco como conclusiones.

Una experiencia es de carácter público y la otra está respaldada por una gran organización privada. La primera es danesa y la segunda del grupo Casino, multinacional francesa dedicada al comercio detallista en grandes superficies. El origen de cada una le otorga un estatus diferente, al gozar de mayor credibilidad aquella de categoría gubernamental.

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Por parte del consumidor, el tufillo del conflicto de interés es más fácil de detectar en lo empresarial, pese a los controles o auditorias exhibidos (casi todos externos, que también son privados y cobran por hacer su función).

Además, al ser un sello respaldado por el gobierno de un estado fuerte y serio como el danés, el sobreprecio que acarrea una certificación y un sistema de sellos —aparte de las ineficiencias en la producción alternativa— tiende a tener una incidencia menor en el costo final.

Lo he dicho en otras ocasiones: si se va a fomentar desde la norma los llamados sistemas alternativos de producción, la vigilancia, control y certificación debe estar en manos de los gobiernos y así nos ahorramos tantas ONG, manuales y sellos que terminan confundiendo a todos.

Otro tema que quisiera comentar tiene que ver con el trasfondo ideológico que hasta ahora ha tenido el etiquetado en esas dos experiencias. En Dinamarca, donde dicen se vendieron a la fecha un millón de bandejas de pollo con tal etiqueta, los atributos de bienestar se miden con corazoncitos; más corazoncitos es más amor, digo, más bienestar (hasta 3).

Así luce el sistema de etiquetado de bienestar animal implementado en Dinamarca. (Cortesía del Ministerio de Ambiente y Alimentos de Dinamarca)

El diseño de Casino muestra cuatro categorías en las que el sórdido color gris se lo lleva nuestra vilipendiada pero eficiente producción “standard”; todas las demás tienen varios tonos de verde esperanza y positivos adjetivos (bien, bastante bien y superior).

¿Ningún cariñito gráfico para quienes producen de la manera más sostenible? Tal parece que no lo merecemos o es otra pequeña batalla perdida en el campo de las percepciones. Por último, y eso no lo tengo del todo claro, estos sellos daneses y franceses fácilmente se pueden convertir en otra barrera para las exportaciones latinoamericanas de pollo a Europa.

Este es el etiquetado de bienestar animal implementado por el grupo Casino en Francia. (Cortesía de groupe-casino.fr)

Los sobrecostos por ganarse un “corazoncito” o un “assez bien” pueden reducir la brecha ganada en franca lid por los avicultores brasileños, por ejemplo. Estas etiquetas, de extenderse en el Viejo Continente, ¿no serían otra barrera a saltar después de tanto esfuerzo, distancias y aduanas?

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