Algunas lecciones del consumo de pollo y huevo en España

Ni Europa es el paraíso de las gallinas libres, ni sus habitantes están tan comprometidos con los sistemas alternativos como lo aseguran grupos de interés a nuestro lado del Atlántico.

Pese a una legislación europea cercana a su primera década y la creciente propaganda de asociaciones animalistas y políticos a favor de los sistemas alternativos de producción, la mayoría del negocio avícola en esta parte del Viejo Continente sigue dándose bajo los parámetros hegemónicos mundiales marcados por la eficiencia, la sostenibilidad y el bienestar animal.

Una nueva ratificación de lo anterior fue dada por el experto español José Ignacio Barragán, conferencista internacional dentro del 17 Encuentro Avícola de Pacífico, certamen bienal celebrado recientemente en la ciudad colombiana de Cali (occidente) y organizado por la Federación Nacional de Avicultores de Colombia (Fenavi), capítulo Valle. Barragán es director de la firma madrileña Galimetría SL, dedicada a brindar consultorías a la avicultura comercial.

Precisamente, durante su muy comentada charla en Cali, Barragán compartió el resultado de un estudio adelantado por dicha empresa sobre hábitos de consumo en España para los alimentos de origen aviar favoritos: carne de pollo y huevo.

Sus conclusiones son especialmente pertinentes, ya que dan algunas luces sobre el consumidor en esa parte del mundo luego de más de siete años de aplicación de normas europeas tan cuestionadas como el veto a la producción de huevos de mesa bajo el sistema de jaulas en batería, modalidad de amplia difusión en América Latina.

Tipos de consumidores

Barragán propone separar a los consumidores en cuatro categorías que, a su juicio, perviven en cualquier mercado —en unos más que otros— y cuyos intereses mayoritarios deben configurar una suerte de brújula para la actividad mercadotécnica del negocio avícola.

Para José Ignacio Barragán, las normas presentes y futuras en el negocio avícola “no son malas si se hacen cumplir y siempre terminan implicando sobrecostos”. (Alexander Barajas Maldonado)

El primero de ellos es el consumidor temeroso. Este se pregunta todos los días: ¿hoy voy a tener qué comer? “Aquí está la inmensa población mundial que sobrevive a diario con unos pocos dólares, debería ser una prioridad global”, comentó.

A este grupo le sigue en su escalafón el consumidor seguro, quien sabe qué comerá, pero no lo que comerá, pues busca satisfacer dicha necesidad primaria de una forma variada y escogiendo entre distintas opciones de calidad y precio, aunque no muy sofisticadas.

En seguida vendría el llamado consumidor egoísta, es decir, aquel que se pregunta al momento del consumo: ¿qué impacto tiene sobre mí lo que como? Su premisa es estar lo más seguro posible de que lo que se lleva a la boca es seguro, nutritivo y sabroso. “Su principal objetivo es garantizar su propia satisfacción”.

El listado lo cierra finalmente el consumidor que se pregunta: ¿cómo impacta o cómo creo que impacta al planeta lo que yo consumo? Este sería el consumidor altruista, que le da un sentido trascendente a sus compras. “Para bien o para mal, este último está ganando más protagonismo que terreno y en este punto es bueno no perder de vista que hoy no tiene la razón quien tiene la razón, sino el que más chilla”.

Barragán es un convencido de que este último consumidor es minoritario en todos los países y que, si bien hay que observar sus demandas con sentido de nicho comercial, “no todo puede girar en adelante a su alrededor”. Esta variedad de consumidores está haciendo que el mercado migre en lo que se ofrece desde la avicultura; “al principio vendíamos animales, luego carne y huevos, más tarde empaques con algo adentro y ahora estamos entrando en el negocio de las ideas y las sensaciones”.

En la competencia por los mercados, lo que hoy son ventajas competitivas luego se vuelven elementos adicionales de los costos.

Ir más allá de lo evidente

Con el fin de estudiar al mercado y al consumidor, este conocedor afirmó que lo mejor es evitar caer en las preguntas evidentes. “Si las haces, vas a tener respuestas evidentes”. Explicó esta idea citando los famosos resultados de grupos focales cuando se indaga por la llamada “producción ética” de la proteína animal.

“Si le vas a preguntar al consumidor si prefiere que el animal no sufra mucho, así no sepa de qué se le habla, pues por una mezcla de sentido común y vergüenza te va a contestar que sí. Y por lo mismo te va a decir que claro que está dispuesto a pagar más por la producción con esas características. Eso es preguntar lo evidente”, sostuvo.

De acuerdo con Barragán, lo más útil y esclarecedor es indagar qué es lo que consumen y cómo lo hacen y por qué. “En las respuestas nos dan guías más ciertas, si las sabemos ver. Por ejemplo, sobre la carne de pollo encontramos que la consumen por ser magra, saludable, fácil de preparar y sabrosa; el precio no fue la primera respuesta y muchos de nosotros preocupados en competir con precio”.

También encontró otras cosas interesantes, como que solamente el 5.3% de los encuestados cree que se usan hormonas en la crianza de los pollos y que un gran porcentaje, 42%, aseguró “no tener nada malo que decir sobre la carne de pollo. Insisto, y nosotros preocupados principalmente por el precio”.

Hizo la salvedad de que cada mercado tiene sus propias particularidades y por eso deben medirse por separado, sin extrapolar las conclusiones de un lado a otro, pero reconoce que existen tendencias más o menos generalizadas. “Queremos como consumidor cosas sencillas, que no es lo mismo que simples, o sea, que puedan ser sofisticadas y hasta personalizables. Cocinar es una opción y creemos que debe ser algo cuasi memorable, casi que de fin de semana. Las cocinas están integradas al área social y el microondas es el electrodoméstico rey”.


¿Y qué opinan del huevo libre de jaula?

José Ignacio Barragán, director de la firma de consultoría avícola Galimetría SL, dice sin tapujos que en este tema hay mucha hipocresía por parte del consumidor y lo sostiene con cifras contundentes. “Nos encantan las etiquetas y creemos que sabemos leerlas y entenderlas. Preguntamos sobre eso y nos encontramos más posturas que sinceridad”.

Explicó que este año, el 89.9% de los españoles consultados dijeron fijarse en el marcaje de los huevos (que es opcional en la mayoría de Latinoamérica), la misma proporción de un estudio de 2014. De lo que aparece allí anotado, se fijan principalmente en la fecha de consumo preferente (96%), el sistema de producción (jaula enriquecida, aviario, piso, campero, orgánico) apenas fue mencionado por un 52% (12 puntos menos que en 2014). La granja y la fecha de postura perdieron importancia en un 15% en cinco años. “Un 46% de los consumidores en España piensa que el huevo fresco es el que tiene menos tiempo desde su postura. El 86% dice que se fija en la fecha de consumo preferente antes de consumirlo, 44% dice que lo tira si ha pasado de la fecha y un 42% dice que depende”.

En lo que respecta sobre el sistema de producción y su decisión de consumo, se encontró que un 74% dice conocer las diferencias según la modalidad de crianza. El 79% dice conocer el sistema de jaulas, 79% el de camperas y solo 19% conoce la producción en piso; un 35% reconoció el ecológico. “Pero dicen también que suelen comprar camperos un 60% y ecológicos un 40%, mienten como unos bellacos”. La producción de huevo de mesa bajo sistemas alternativos no supera el 12%, de una parvada calculada en 50 millones de ponedoras.

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