Lo que hacen los avicultores con las desgracias ajenas

Lo que hacen los avicultores con las desgracias ajenas

(Cortesía de la Asociación Brasileña de Proteína Animal, ABPA)

El escándalo por la operación Carne Fraca es visto por los competidores avícolas de los brasileños en México y Estados Unidos como una oportunidad. Y lo es, pero no en el sentido en que la quieren aprovechar.

En los días posteriores al escándalo de la carne brasileña, me acordé mucho de algo que viví en mi país por allá en 1989, cuando Colombia abrió sus fronteras a los productos extranjeros con una indiscriminada apertura económica.

Dentro de los artículos que empezamos a ver con asombro en los supermercados estaban los cortes de unos pollos bastante más grandes que aquellos suministrados hasta entonces por una industria avícola con incipiente tecnificación, como lo era la colombiana.

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Corrió el rumor de que se trataba de “pollos gringos o americanos, levantados con hormonas”. Con seguridad ese chisme no se lo inventaron los avicultores colombianos, y tal vez ni siquiera fueron ellos quienes regaron el cuento; sin embargo, lo que sí quedó en evidencia fue lo poco que hicieron para desmentirlo.

Y creo que ese pecadillo se repitió en el resto del continente, donde hasta un presidente boliviano se atrevió a dar por cierto semejante despropósito. Por no atajar la maliciosa información a tiempo y dejarla crecer esperando con ello un supuesto y coyuntural beneficio comercial, hoy los avicultores colombianos se idean campañas y festivales destinados a remover esas telarañas que todavía muchos tienen en la cabeza.

¿Y por qué me acordé de eso, casi 30 años después? La evocación fue inevitable luego de leer, entre la avalancha de información generada con motivo de la operación Carne Fraca, dos noticias provenientes de México y Estados Unidos, otros dos de los grandes productores mundiales de carne de pollo.

En estos países norteamericanos, sin asomo de escrúpulo alguno que pudiera despertar la camaradería gremial, los avicultores instigan abiertamente a sus gobiernos para que cierren las importaciones de carnes brasileñas. Quieren aprovechar una crisis construida a punta de titulares noticiosos para nivelar cargas.

Es una forma de aprovechar la oportunidad que representa la caída en desgracia del mayor competidor. Para muchos será válido y puede que sí. Pero a la larga, para el sector cárnico mundial, que ha demostrado ser tan vulnerable a escándalos sanitarios fabricados con muy poco sustento real, es una muy mala señal.

Se está dejando perder otra gran oportunidad para poner en blanco y negro los verdaderos riesgos sanitarios y reforzar la confianza en los controles y la trazabilidad de la industria. Y lo paradójico es que tamaño desperdicio lo están haciendo quienes más han padecido por lo mismo en los últimos cinco años.

¿Más ganas de devolver el golpe que en resolver el problema informativo de fondo?

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