La industria avícola venezolana vive

Con todo lo que implica hablar de Venezuela, su industria avícola reducida a casi su mínima expresión se ha tornado muy eficiente ante el desabasto de materias primas.

La industria avícola de Venezuela no ha sido inmune a las desafortunadas circunstancias en las que se encuentra inmerso el país. Es una desgracia, pues solía proporcionar una buena parte —sino es que la mayor cantidad— de la proteína animal de los venezolanos.

No obstante, parece haber una pequeña luz al final del túnel y este 2019 podría ser, entre otras cosas, el repunte de la avicultura venezolana, otrora paradigma latinoamericano.

Producción de pollo y huevo

El año de mayor producción avícola en Venezuela fue el 2014, cuando se llegaron a producir 100,000 toneladas mensuales de carne de pollo. La caída drástica comenzó ese año y para 2018 terminó de caer. El negocio de pollo de engorde se contrajo un 82 por ciento. “Apenas quedó un 18 por ciento, más no así el negocio de ponedoras comerciales”, afirmó el Dr. Eric Valbuena, consultor privado de varias avícolas venezolanas.

En 2014, cuando más se producía, se importaban en promedio 20,000 toneladas al mes. Hoy en día, las importaciones han desaparecido, pues no hay divisas para comprar pollo importado, por lo que se debe producir en el país.

El negocio de ponedoras comerciales se contrajo un 45 por ciento, cuando llegó al mínimo en 2018. Este sector cayó menos por varias razones. En primer lugar, por los cambios en la demanda. A partir de 2014, hay un mayor deterioro del poder adquisitivo del venezolano: la clase media desaparece y el 80 por ciento queda en la pobreza. Este 80 por ciento de la población no tiene acceso continuo a la proteína animal y, por lo tanto, se decanta por la más económica, que es el huevo.

Por otro lado, el gobierno —de forma estratégica— no controló la comercialización del huevo, sino que se centró en la del pollo, que está mucho más fiscalizado. “El pollo ha pasado de ser la proteína más económica, a tener un precio igual al de la carne [de res]”, añadió Valbuena.

El consultor avícola sostuvo que en 2018 se produjeron aproximadamente 18,000 toneladas mensuales de pollo, es decir, unas 216,000 toneladas al año. Esto equivale a unos 105 millones de pollos al año, lo que lo sitúa ahora en el puesto 11 de 18 países latinoamericanos.

Además, el peso del pollo promedio se ha reducido. “Esa es una de las características que hubo al haber poca materia prima: se redujo el tamaño del pollo y se acortaron los días”, apuntó. Pero no todo es malas noticias, pues esto trajo el beneficio que toda la industria busca: la eficiencia.

En la actualidad, el consumo final de alimento es de 3 kg, con conversiones muy bajas, de 1.5 o 1.6, para así poder brindar un pollo más accesible al público. De esta forma, el peso promedio del pollo está en 2.050 kg.

Por otro lado, Venezuela cerró el 2018 con una población estimada de 10 millones de gallinas ponedoras. En unidades, el consumo per cápita es de 145 huevos por habitante/año.

Cómo sobrevivir con poco

Adquirir materias primas en Venezuela es uno de los factores que más afecta a la producción avícola. Y la genética es una de ellas.

Aún quedan granjas de abuelas y de reproductoras, pero la producción ha bajado mucho, casi llega a desaparecer. Se han sacado lotes de reproductoras que todavía no cumplían con la edad de salida y empezó a bajar la producción de huevo fértil.

“Hace unos 10 años atrás se importaba mucho huevo fértil, cuando la producción de pollos era enorme”, comentó el Ing. Roberto Ojeda, de Sagropayro CA, en Maracaibo (noroeste). Después, vinieron las restricciones y el control cambiario y se dejó de importar huevo fértil. Entonces, muchas compañías aumentaron su producción, construyeron granjas de reproductoras y más incubadoras para autoabastecerse.

Se sobrevive solo “con eficiencia”, enfatizó Valbuena. “Ha sido cuesta arriba, pero es ahí donde ha estado la clave”. Como disponen de poca materia prima, no hay margen para cometer errores. “Nos hemos enfocado en hacer un alimento de altísima calidad con pocos recursos”.

Al producir un pollo de 2.050 kg de peso final, hay menor consumo de alimento. Desde luego, las patologías tradicionales disminuyen porque se saca un pollo muy joven, pero sano.

Todo el enfoque va dirigido en gran medida a la nutrición y al manejo de los recursos, a controles y gestiones de sistema. “Somos mucho más pequeños, pero mucho más eficientes, con niveles superiores a 340 del índice de eficiencia europea”.

Además, los tiempos de reposo en granja son de 50 a 60 días, lo que ayuda a bajar los desafíos sanitarios.

Éxodo de técnicos

Ha habido un éxodo tremendo de técnicos veterinarios y zootecnistas de la industria. “Somos muy pocos los que quedamos en Venezuela, remando aguas arriba, pero esperemos que todo eso arroje sus frutos a su tiempo. O desaparece la industria o le echas pichón”, expresó Valbuena.

Este éxodo de profesionales ha favorecido a los pocos que quedan. “Desarrollamos una filosofía de trabajo que busca eficiencia en cada uno de los segmentos de los cuales somos especialistas, desde reproductoras y ponedoras, a pollos de engorde e incubadoras”, añadió.

Buenas perspectivas para 2019

Al parecer, hay ciertos aires de cambio. Hay empresas que están creciendo —a pesar de la situación—, que han invertido tanto en pollos de engorde como en ponedoras. Además, han aparecido nuevas empresas avícolas que se están fortaleciendo. Se rumora que son grupos que quizás estén beneficiados por el sistema. Son una realidad, de tamaño considerable para el mercado que hay.

Al acentuarse la migración en 2018, se incrementaron las remesas. Otro aspecto es que en el 20 por ciento de la población con poder adquisitivo están los denominados “nuevos ricos”, además de un grupo de personas cuyos salarios están indexados en dólares, que no se deterioran con la devaluación. Esta coyuntura de remesas y salarios en dólares hace crecer el mercado.

Otra situación es que, como el gobierno asignaba materia prima a un precio muy reducido, controlaba los niveles de producción. “Pero ese sistema se corrompió, ha favorecido el crecimiento de ciertos grupos y la otra parte del mercado pasa a uno que no es el regular, lo que se refleja en los costos de producción”, agregó Valbuena.

Los precios de venta en Venezuela en el último cuatrimestre de 2018 alcanzaron los precios internacionales. “Un kilo de pollo al consumidor cuesta US$2.20, una caja de huevo a puerta de granja está entre los US$23 y los US$25. La situación es otra”. Y es precisamente eso es lo que está empujando el crecimiento.

El pronóstico para 2019 es bueno por el crecimiento que asoma. Uno de los problemas que puede desalentar este crecimiento es la genética, pues el plantel de reproductoras está muy mermado. En 2014, habían 5.5 millones de reproductoras pesadas en el país. En 2018, 1.1 millones. “Son estimaciones, porque el porcentaje de robo a nivel de granja es altísimo”.

La forma más rápida para aumentar la producción de pollo es a través de la importación de huevo. En la actualidad, Venezuela importa aproximadamente 1.7 millones de huevos fértiles. Esto permitiría un crecimiento con una proyección de inicial en 2019 de 29,000 toneladas mensuales, en comparación con las 18,000 toneladas de finales del año pasado.

El otro problema que afecta al crecimiento es que el gobierno venezolano, como medida para controlar la devaluación del dólar, incrementó el encaje legal —los requisitos de reservas mínimas— al 60 por ciento en enero de 2019, por lo que la banca no tiene dinero para prestar. En consecuencia, para que las empresas puedan adquirir materia prima, lo tienen que hacer del dinero del flujo de caja, lo cual las afecta financieramente.

Además, según estimó Valbuena, de un 30 a un 40 por ciento de la infraestructura está perdida o desvalijada por robos.

De cambiar la situación política del país, existe un enorme potencial de crecimiento de la industria avícola en Venezuela. Se calcula que, al recuperarse el poder adquisitivo, los consumos podrían acercarse a los de sus países vecinos, de unos 32 o 33 kg/persona. “Es lo que estamos haciendo en Venezuela, trabajando, que no todo son malas noticias”.


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Lavar y desinfectar galpones es la mejor opción

Julio César Ojeda y su hijo Roberto, de Sagropayro CA, son un dueto singular. Con cautela, pero rebosantes de optimismo, con 40 años de experiencia en plantas de incubación de una de las grandes empresas avícolas venezolanas, pero también como avicultores por contrato, además de estudios, nos contaron su historia.

“La industria avícola es un negocio tan noble, que nos permitió cometer demasiados errores durante muchos años”, relató Julio César. En bioseguridad, de poco sirven el baño antes de entrar, el cambio de ropa, las restricciones de entrada, cuando la contaminación la tenemos adentro. Mantienen una incubadora eficiente y limpia, con un pollo de calidad y sano. Pero ¿adónde se envía ese pollito? ¿A qué condiciones llega? A granjas que realmente no estaban bien limpias.

Es así como, hace siete años, Julio César y Roberto tuvieron la idea de ser más eficientes. Innovaron y establecieron un sistema de lavado y desinfección de instalaciones, similar al de las incubadoras.

Por los espacios tan grandes de los galpones, hubo que redimensionar los equipos de lavado. Diseñaron el equipo en un año. Tras los desafíos económicos, pero con la ventaja de que en Venezuela no se fabrican estos equipos espumadores, crearon una unidad integrada montada sobre un camión con la finalidad de hacerlo portátil, independiente de la energía eléctrica del galpón de la granja, de donde solo toman el agua.

El camión lleva su propia planta eléctrica para autogenerar el consumo de los equipos, de las bombas y los compresores de aire. El equipo consta de una bomba de agua para hacer el enjuague previo y posterior, y un espumador con la capacidad de generar el volumen suficiente para lavar superficies amplias.

“Al principio, la gente no creía mucho en el método, nos costó mucho trabajo”, afirmó Roberto. Lograron hacer un primer trabajo de demostración sin costo en un galpón de muestra, en el estado de Zulia.

“El avicultor industrial puede invertir mucho en mataderos o incubadoras, pero en las granjas de pollo de engorde —que es donde viene el retorno del capital—, dice que el pollo no lo paga”, expresó Julio César.

Inmediatamente después de aquel primer trabajo, vieron los grandes resultados que se generaron: bajó la carga bacteriana en granja, se alargó la vida de los equipos y de las instalaciones, se mejoró la calidad sanitaria de los ambientes y, en consecuencia, las aves dieron un mejor resultado. Esto paga el costo del servicio.

“Recuerdo que en la primera granja, la diferencia fueron 60,000 kilos más de pollo en ese lote. Eso es un dineral”, expresó Julio César. Así, lo que parecía caro, se convirtió en ganancia. En zonas donde había Newcastle, con mortalidades del 25 al 30 por ciento después de la cuarta semana, bajaron a menos del 2 por ciento.

Cuando empezaron a trabajar, en Venezuela había de todo. Pero, al agravarse la crisis económica, escasearon vacunas, antibióticos y medicamentos. “Fue ahí donde nuestro trabajo tuvo mayor aceptación”, señaló Roberto, ingeniero de profesión.

Los Ojeda están convencidos de que las vacunas son buenas, que funcionan, pero no se puede dejar el trabajo solo a los programas de vacunación y a los desinfectantes. Si la vacuna no trabaja en un ambiente limpio, va a ser difícil elevar los anticuerpos. Con este sistema, el ave va a estar menos inmunosuprimida y va a responder mejor a la vacuna y al alimento, con buena eficiencia y peso. Para ellos, la industria se ha quedado estancada ahí.

“Nosotros somos de ideas claras y de objetivos fijos, y aquí estamos”, dijo Julio César, a quien, en los años 90, cuando trabajaba en incubadoras, lo conocían como el Dr. Cloro por su perseverancia en la limpieza.

Por el momento, son la única empresa en Venezuela que realiza este servicio de lavado y desinfección con espuma.


La avicultura venezolana en cifras

1.1 millones de reproductoras pesadas

10.8 millones de pollos/mes

129.60 millones de pollos al año

22,000 t/mes de pollo

264,000 t/año de pollo

9 kg de pollo por persona/año de consumo

10 millones de ponedoras en producción

145 huevos por persona/año de consumo

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