Investigación, desarrollo e innovación propios

A principios de este año se informó del aumento de la dependencia de México de productos agropecuarios importados, que ha pasado del 10% en la década de los 80 a una tasa de entre 30% y 40% actualmente. De la cantidad de alimentos que se importan, el 73% provienen de Estados Unidos, según datos notificados por el USDA. Desde luego esto es un reflejo de mil y un factores, que van desde los políticos, hasta los económicos y sociales. Pero quisiera, en esta ocasión, enfocarme a uno solo, que vemos en el título de este editorial.

Por otro lado, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OECD, a la que solamente pertenecen tres países latinoamericanos: Brasil, Chile y México, podemos ver las grandes diferencias que hay, por ejemplo, en lo referente a Ciencia y Tecnología, no solo en comparación con los países desarrollados, sino entre estos tres. Mientras Finlandia o Suecia tienen 16.1 y 10.6 investigadores por mil personas empleadas, México no llega a 1 científico por cada 1000 (0.9), Brasil tiene 2.2 y Chile 2.3 (según los últimos datos de cada país que varían de 2005 a 2008).¿Qué nos enseña esto? No solamente que en Latinoamérica se dedica muy poco a la investigación e innovación, sino que además, dependemos de lo que hagan otros países. No es de sorprenderse que hayan diferencias entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo, sino que lo que más me llama la atención es la diferencia que hay entre Brasil y Chile con México. Cabe mencionar que este último, ¡es el más bajo de toda la OECD!

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El impulso de las exportaciones

Y ahora quisiera unir los dos conceptos previos: dependencia alimentaria y falta de investigación e innovación. Mientras en un país no se dediquen los suficientes recursos a la educación y a la investigación, seguirá en aumento la dependencia. No debemos olvidar que evidentemente, como ya mencioné antes, esto es un problema multifactorial, ya que también inciden los factores políticos, los socio-económicos, los climatológicos e hidrológicos.

Según mis conversaciones con expertos en la industria avícola, en el continente americano, los polos de innovación e investigación son dos: Estados Unidos y Brasil. Brasil se ha involucrado en la investigación debido a la presión que las exportaciones ejercen, ha necesitado innovar y crear productos que acepte el consumidor final de otros países. Ha necesitado adaptar sus procesos para cumplir con otras legislaciones. Además, la presión de los costos es grande: hay un aporte de la innovación a diferentes niveles como en los procesos de producción y en la comercialización, en el acondicionamiento de productos en los rastros, en el uso de subproductos, entre otros. Sin lugar a dudas para Brasil y Chile en el sector avícola, uno de los impulsores ha sido las exportaciones.

¿Qué más se puede hacer?

En cuando a validaciones, en México se hace mucho trabajo con universidades mexicanas e instituciones privadas. Esto se debe a las diferencias que hay en procesos de producción y a la necesidad que existe de hacer adaptaciones tecnológicas. Pero me pregunto: ¿debemos quedarnos en este punto? ¿es prudente? ¿debemos solo investigar para adaptar? Creo yo que también necesitamos crear.

El otro aspecto importante en la innovación e investigación es de la ecología de la producción avícola: cómo contaminamos menos al producir un kilo de carne de pollo, o de pavo o de huevo, a la cual se le debe dirigir recursos y no esperar a que la legislación nos aplaste.

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En este número tenemos dos interesantes artículos que se relacionan al tema. El primero es sobre las exportaciones y las oportunidades para Latinoamérica, escrito por nuestro articulista Fábio Nunes de Brasil, en el que se analizan las oportunidades comerciales que hay para la carne de pollo, los beneficios que se pueden obtener y de cuáles son los requisitos exigidos para convertirse en exportador. Su trabajo se fundamenta en un interesante análisis de datos demográficos, con comparaciones del crecimiento de la población, edad, ingreso y consumo de carne, así como de sustentabilidad para llevarnos de la mano hacia la competitividad y eficiencia de la producción integrada de pollos. En el otro artículo hablamos sobre uno de los aspectos en el procesamiento ulterior de carne de pollo: los marinadores. En él se describen algunos aspectos importantes de estos productos que esperamos den ideas para innovar. Con los marinadores es posible ser creativo, es posible darle un toque personal a nuestros productos, crear para el paladar nacional, a la par de mejorar el rendimiento, darle valor agregado y brindar comodidad al consumidor.

En conclusión, me parece que México y otros países latinoamericanos tienen un gran potencial en productos avícolas. Necesitamos crear, innovar, investigar, tanto en los procesos productivos como en el aumento del valor agregado a los productos avícolas. Necesitamos de un aumento sustancial en la investigación y desarrollo en esta área.

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