Yo avicultor, ¿me conecto o desconecto?

Yo avicultor, ¿me conecto o desconecto?

El éxito de cada implementación de una nueva estrategia o tecnología depende en gran parte de nuestra capacidad y fortaleza de inteligencia emocional. | Photomontage, Shutterstock

Reflexión sobre por qué hoy más que nunca la gente en la industria avícola necesita entender el mundo y la tecnología, y conectarse de forma legítima.

El éxito de cada implementación de una nueva estrategia o tecnología depende en gran parte de nuestra capacidad y fortaleza de inteligencia emocional. | Photomontage, Shutterstock

La tecnología nos envistió sin darnos cuenta. Hoy por hoy, la necesidad de la pirámide de Maslow más crítica es tener conexión a internet o estar “conectados”. La información fluye a la velocidad de la luz y está al alcance de nuestra mano, rápida, violenta, en videos de dos minutos. Todo se digiere de inmediato y en imágenes. ¡Y ay de aquel profano y desubicado que no conteste rápido un correo electrónico o ni se diga el grupo del chat!

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En estos tiempos modernos es más fácil distraerse y someternos al poder de las redes sociales, e inundar nuestras neuronas con información poco relevante, que vivir el aquí y el ahora. Hemos ido olvidando poco a poco la magia de ser seres humanos y “conectarnos” con nuestro entorno.

El desafío de producir más proteína animal

Aparte del desafío global de recobrar la atención en nosotros mismos y tener el control de cómo alimentar nuestras mentes a voluntad propia, el desafío real de la cadena alimenticia es producir más proteína animalcon menos recursos, de manera rápida, económicamente viable y limpia.

Pronto seremos más en la Tierra y nuestro instinto de supervivencia nos indica que tenemos que hacer algo rápido (¡más rápido y frecuente que revisar nuestro grupo de chat de WhatsApp!) que pueda traer soluciones reales.

Asia amenaza con crear demanda de proteína de niveles épicos en las próximas décadas. Los activistas a favor del bienestar animal cabalgan a paso rápido. El tema de sanidad animal sigue a la orden del día y continúa la dependencia de las cosechas de granos en un globo donde el descontrol climático es alarmante. Todo esto en un entorno donde las fronteras han ido desapareciendo.

El mundo es un pañuelo donde la camisa que lucimos hoy tiene algodón de la India, procesado en Estados Unidos, con botones de materia prima proveniente de Centroamérica, ¡ah! y, obviamente, todo ensamblado en China. Llegará a nuestros mercados en una industria naviera que surca los siete mares de una manera casual.

Desafíos en la producción

La industria avícola global no se escapa de ser envestida por todos estos desafíos modernos, donde los que participamos en alguna manera en esta cadena de producción tenemos que estar más enfocados y atentos para el mejor uso de los recursos.

Hoy por hoy todo es “global”, no hay nada que no podamos tener (¡y rápido!). Así como la información digital, todo está al alcance de nuestras manos, todo está en “modo de entrega inmediata” sin importar que lo que queramos, esté en Bangladesh, Tanzania o Qingdao, China (Amazon se encarga de todo).

Antes, ir a una feria avícola se trataba de encontrar los recursos y soluciones de la región. Hoy en día, a cualquier exhibición, sea en Guadalajara, Hannover, Atlanta o Hyderabad, todos están invitados a la fiesta… Toda la cadena de la industria avícola del mundo mundial está presente. Cada feria es la torre de Babel moderna.

Las soluciones globales están a la mano (y obviamente, todo tiene que ser rápido) y en los folletos publicitarios y videos todo funciona a la perfección. Las agencias de publicidad al mejor estilo de los estudios Pixar nos venden la ilusión de que todo funcionará bien, de fantasía, como reloj suizo, donde cada pollo que nos muestran está como salido del spa. Nos aseguran que cuando implementemos cualquier solución en nuestro país o en nuestras granjas (sin importar el lugar remoto que sea) seremos la portada de la siguiente edición de esta revista Industria Avícola.

En la feria, en el papel, en el video, entre bebidas y bocadillos, nuestros sentidos están de fiesta, ¡como un circo en su máximo esplendor! Todo luce bien, todo se vende a precio de remate, sean parámetros productivos o rentabilidades monetarias capaces de comprar todas las propiedades del juego “Monopoly” en la misma jugada.

Hay que tener ojo clínico para poder hacer las conexiones y para poder desarrollar nuestra industria. | Anton Watman, Shutterstock

Conexiones en la avicultura

Pero se nos olvida lo fundamental, lo real, lo práctico: nosotros, los seres humanos, la individualidad, la diversidad, la historia. Se nos olvida que todo pasa por la capacidad de interacción de seres humanos, por cómo nos comunicamos, cómo nos “percibimos”, cómo confiamos, cómo nos entendemos.

Se nos olvida que cada implementación de una nueva estrategia o tecnología de equipos, de manejo, de nutrición, de sanidad, de transporte, que nos haga más responsables y dignos de estar en esta industria avícola ya no tiene fronteras, y que el éxito de nuestro instinto de sobrevivencia como seres humanos depende en gran parte de nuestra capacidad y fortaleza de inteligencia emocional, de tener mente “global”, donde las relaciones multiculturales es lo de hoy, donde el formato de mente rígida, inflexible e impositiva con el lema “allá lo hacemos así” es de matices prehistóricos.

En la actualidad, la tecnología y la implementación de estrategias globales y multiculturales va al ritmo de tipo “flash”, donde el desafío es ser lo suficientemente conscientes, entendiendo que el tema cultural va más allá de distintos idiomas y comidas locales.

Hay que tener ojo clínico para saber la historia cultural que va colgada de cada palabra, de cada movimiento corporal, y poder hacer las “conexiones” precisas para navegar en estos tiempos donde mi mercado es el mundo completo. Hoy, para poder desarrollar nuestra industria de manera eficiente, colectiva y multicultural, se nos exige entender los orígenes y razones del Hanukkah, entender por qué la llegada del año chino del perro paraliza muchas cosas por dos semanas, saber la etiqueta del modo de vestir en el norte de México, donde es obligatorio saber un poco de fútbol (más en año de mundial), algo de béisbol por aquí y otro poco de rugby por allá.

Pero, sobre todo, tener la valentía de empezar a trabajar en nosotros mismos mental, física y espiritualmente para poder hacer conexiones reales, legítimas, que derriben cualquier frontera y que nos lleven a entender que nadie tiene la verdad absoluta, que podemos implementar estrategias y tecnologías juntos en cada rincón del planeta donde haya gente que alimentar, y entender que hoy más que nunca la industria necesita más conexiones humanas y menos “me gusta” en Instagram.

Lea más en Industria Avícola Junio 2018.

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